a entrada me la da Cervantes, aunque con regustos de los esperpentos de Valle-Inclán: Y luego, incontinente, / caló el chapeo, requirió la espada,/ miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.

Fuese y no hubo nada, o muy poco. Pasó el Borbón emérito por las regatas de Xanxenxo por las que anduvo el Bribón, muy marinero, disfrutó de la estancia con sus cortesanos de precio, banqueteó de muy guapa manera y cuando se iba, dijo muy terne en su papel de guapetón inmune por derecho divino, que de explicaciones nada, que de qué. Y llevaba razón por mucho que sonara a carta fullera. Quedó el desplante en el aire y fuese el regio comisionista por donde había venido, dejando a su espalda una estela de ruido que se apagó enseguida, con algún salpicón de reclamos republicanos que quedó como humo de vela de un entierro que no acabará nunca de celebrarse: el de la monarquía. Ese apagón de fuegos parece ser la norma de esta corte de los milagros en la que vivimos.

Siniestra es la imagen de una compañía de soldados de Infantería rodilla en tierra frente a un monje de Cuelgamuros recibiendo una bendición no pedida, una bendición por cohooones, que es como recuerdo se hacía casi todo en el Ejército. Una bendición ordenada sin derecho a réplica por el capitán de la unidad, con absoluto desprecio de la libertad religiosa, las ideas o las creencias de los profesionales formados en tan emblemático lugar armados y en traje de campaña. Defensa ordenó abrir expediente y resolver este en 48 horas 48. Vamos camino de las 72 o más, y no se ha resuelto nada, como es habitual. Paciencia, pues. Fuegos que se apagan con el paso de los días o por dejación activa. En eso confían siempre los tramposos y suelen tener suerte.

La gente olvida... olvidamos mucho, tal vez para no dar en locos. Además, no damos abasto a indignarnos, a encogernos de hombros, a olvidar, a recordar, a execrar... hoy por un motivo, mañana por otro. El olor que flota en el aire de este ruedo ibérico, además del de choto patriótico, es el del agua de cerrajas en la que casi todo acaba con su preceptiva puerta trasera por donde salen los actores de la mojiganga cuando el ruido se apaga. Y es que no sé si estamos o no estamos: "Tampoco es para tanto".

¿Se sabrá alguna vez quién ofreció, de parte directamente interesada del partido entonces en el poder, a la mafia rusa unos millones de euros por silenciar al repeinado Bárcenas del que últimamente se sabe poco? No creo, y además todo eso va camino del exilio sin retorno posible en el país del Qué Más Da.

Y si los varios miles de muertos por falta de elemental atención no tienen relevancia penal ni relevancia a secas, por qué iba a tenerla la golfada de los comisionista Medina y Luceño. Y es que lo de los rumbosos comisionistas de las mascarillas de la pandemia va a trancas y barrancas, y salen a la luz desternillantes detalles de la espesura de la trama de tramposos que, a modo de capa regia, adorna la alcaldía de esa especie de trasgo que es Almeida. En el periódico donde la leí, esta noticia aparecía junto al anuncio de un circo. Y es que mientras los comisionistas se forraban por la cara, los que pagaban el despropósito proponían alborozados darles medallas y ahí siguen, compareciendo, deponiendo, contando una cosa, otra, mintiendo, embarullando... estos sí que cantan el No nos moverán, es su himno, y lo llevan a la práctica. Tienen que ponerse muy pardas las cosas para que los protagonistas de las indecorosas actuaciones institucionales se hagan humo o sean echados, un rato, a los leones, previo pago o promesa de vuelta a la corte de los milagros de la que salen olvidados en cuanto amainan las borrascas.

Suena a maldición, pero el ruedo ibérico es de una solidez asombrosa, cuanto más mienten los protagonistas, más les aplaude el coro de sus incondicionales; cuanto mayor es el salchucho, más rápido suben los protagonistas a los altares, a ese retablo de fenómenos, trileros fuleras, pícaras y mangantes que representa con fortuna a la vida española, y muy española, y su culto. l