s el Aliexpress de la ropa low cost, surgió hace una década y se ha convertido en un gigante chino de la ropa barata on line, haciendo temblar a otras grandes firmas textiles como Inditex o H&M a las que ya supera en cifras de facturación. Shein vende en más de 220 países y es uno de los referentes en diseños atractivos de la llamada Generación Z al ofrecer cientos de prendas que se estrenan ¡cada semana! Recientemente ha desembarcado en Madrid y ha sido recibida con larguísimas colas... Sus precios son tan baratos que han levantado también sospechas sobre la forma de producción y tributación de la empresa china y la propiedad intelectual de sus llamados “clones”. Por si no teníamos bastantes cadenas de ropa de usar y tirar ahora nos llega este bazar chino que todo indica que va a ampliar sus tentáculos. Compramos hasta diez veces más ropa de la que necesitamos según los estudios, y además de otros componentes de riesgo como la adicción, la obsesión por la apariencia física y la moda de cada temporada, por no hablar de la baja autoestima o ansiedad -problemas con los que las mujeres siempre tenemos más boletos aunque tengan un componente social-, lo cierto es que la ropa nos engancha y no solo a las generaciones más jóvenes. Pero no es menos cierto que aunque vivamos en una sociedad de culto de la imagen y que impere la cultura de la eterna juventud entiendo que hay muchas mujeres y también hombres que necesitan tallas más grandes, incluso chicas jóvenes que sin estar ni siquiera gordas sí muy desarrolladas y no caben en las prendas de último grito que nos ofrecen las cadenas de moda y sí esta cadena china. O no caben o se encuentran con diseños tan extravagantes que no se adaptan a nuestro estilo (camisetas cortadas para enseñar la tripa, vestidos o muy largos o muy cortos....). Por no hablar de la ropa que utilizan por ejemplo las mujeres musulmanas, de estilo árabe o túnicas... en una sociedad multicultural las tiendas solo ofrecen diseños occidentales. Me dirán que hay marcas y tiendas más adaptadas a cada edad y cada cultura, y no precisamente de última moda, pero eso no nos vale, también nos gusta cambiar de ropa en todas las edades y estilos. Por ejemplo, me encantaría comprarle un vestido blanco ibicenco a mi madre que tiene 84 años para ir a la playa pero no hay ninguno de la talla 48. Quizás las empresas de moda deberían repensar su oferta.

No se encuentran tallas grandes en las grandes cadenas no sólo para personas más gruesas sino también para muchas chicas jóvenes muy desarrolladas