La primavera nos provoca a crear nuestro propio mundo. Es tan rica y hermosa que nos invita a competir con ella. Y competir con la vida y la belleza no es fácil. Allá vamos. Lo primero que se me ocurre es robarle a Neruda aquel su deseo, que es el mío, pero se me adelantó: "quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos". Ni las auroras boreales ni los chorros magnéticos salidos de los agujeros negros, ni las hojas nuevas de las hayas, ni las coronas de los girasoles, ni las bocas ansiosas de pavor de los tulipanes, ni el canto gregoriano del silencio en las bóvedas cruzadas nos callarán en nuestro intento. Te repito: "como los cerezos."