El ataque con insultos y simbología nazi contra un mural de homenaje a la ex capitana del equipo femenino de Osasuna Mai Garde es impresentable. Pero sobre todo es inaceptable. La imagen de la jugadora con una camiseta de Osasuna con la leyenda Honor y orgullo. Mila esker Mai recreaba el simbólico gesto del histórico cartel We Can Do It! -podemos hacerlo-, tuvo que ser destruida, aunque su autor, el artista callejero LKN, ya ha adelantado que elaborará un nuevo mural con Mai Garde, quien este año ha anunciado su retirada, como reconocimiento a la jugadora y al fútbol femenino. Es de esperar que alguna de las numerosas cámaras de vigilancia instaladas en la zona del Navarra Arena y El Sadar haya grabado los hechos y se pueda identificar y detener al autor de los mismos. Si no es un delito de odio contra las mujeres, se le parece mucho. Es un hecho repulsivo, una muestra más del nivel de miseria moral que puede alcanzar el ser humano. En este caso, una mezcla obscena y peligrosa de nazismo y machismo. El ataque es contra la imagen de Mai Garde por lo que representa como mujer y forma parte de ese creciente ruido político y mediático de una nueva ofensiva machista con ventiladores políticos y mediáticos que pretende poner en duda los avances, logros y conquistas en el ámbito de los derechos de las mujeres y su progresión social, profesional y laboral. Todo indica que sigue siendo necesario reflexionar sobré qué falta por hacer aún pare evitar que los casos de violencia machista lejos de disminuir, sumen cada año preocupantes aumentos. Solo en lo que lleva de este 2022, una veintena de mujeres han sido asesinadas. La última ayer en Soria. A ello hay que sumar los miles de casos de agresiones físicas y psicológicas, la explotación laboral, la pobreza y la exclusión y la explotación sexual y la trata de mujeres. Un panorama desolador en conjunto que muestra en toda su crudeza el drama humano de la violencia contra las mujeres por el mero hecho de ser mujeres. El número de víctimas registradas no para de crecer. Cifras terribles que hablan por sí solas de que la realidad de la violencia machista continúa siendo un problema social de primer orden al que aún le queda mucho para ser erradicado. Parece que todos los esfuerzos políticos, legislativos, educativos, económicos o institucionales para garantizar la igualdad y combatir la violencia machista son inútiles. Pero se trata de eso, de no resignarse. Lo dijo como respuesta a la destrucción del mural con su imagen la propia Mai Garde: “Cuánto nos queda por hacer...”. En efecto, ese nos nos incluye a todos, mujeres y hombres. No es tiempo de mirar hacia otro lado. Es tiempo de mantener el debate abierto en la sociedad, en los medios y en las instituciones democráticas. No se puede bajar la guardia contra la desigualdad ni contra la violencia contra las mujeres. Tiempo de insistir contra el machismo y contra el discurso político machista y nazi o ultraderechista que ahora lo intenta blanquear.