s de suponer -y de esperar- que el pasado fin de semana en algunas casas de Sarriguren y alrededores hubo padres y madres preguntando a sus hijos que qué tal con la comparsa de kilikis y cabezudos el viernes, si es que los padres y madres de esos hijos -llamémosles X- sabían que sus hijos habían estado con la comparsa de kilikis y cabezudos. Más que nada por si tu hijo tiene entre 13, 14, 15 años y te enteras que la comparsa se tuvo que retirar el pasado viernes ya que los kilikis recibieron patadas, empujones y palazos y que ante semejante agresión fuera de toda justificación retiraron a la comparsa. Según Javier Villanueva, secretario de la Comparsa del Valle de Egüés, “lamentablemente no es la primera vez que esto ocurre”, ya que estas agresiones vienen repitiéndose en otras localidades y barrios de Pamplona desde hace años.

A su juicio, esto responde a unos cambios de comportamiento en las nuevas generaciones mucho más profundos: “Hemos observado que los chavales no vienen educados festivamente”, y lo que antes era “incordiar”, sin más, a los kilikis, ahora es “agredirnos directamente, e ir a la gresca”. Cuando menos, acojona, en la medida en que si estos comportamientos son organizados por chavales tan jóvenes y además van rotando por zonas estamos ya ante un grupo claro o tendencia clara de macarreo violento en su máxima expresión, que no es otra que la de zumbar, bajo la excusa de la representación y la fiesta, a personas disfrazadas de figuras. No sé, no sé si cada padre y madre sabe qué hacen sus hijos y con quién y seguro que sencillo no es, pero es obvio que la Comparsa de Egüés hizo bien retirándose, porque hay comportamientos que son intolerables y que si sirve de toque de atención y de que algo pueda cambiar en actos festivos similares mejor que mejor. Y si cada uno en su casa puede poner lo que esté al alcance de su mano, pues algo se avanzará.