falta de los datos finales de ayer -y de los que se puedan registrar hoy, que se espera el día más caluroso de este episodio-, el jueves se marcó una temperatura media de 28,8 grados en Pamplona, lo que supone el 4º día más caluroso desde agosto de 2012. Los tres primeros se dieron en julio y junio de 2019, un poco por encima de los 29 grados de media, medias que -creo- se habrían batido ayer y que es muy probable que se batan hoy. En lo que llevamos de siglo XXI, el día con la media más calurosa en Pamplona es el 4 de agosto de 2003, con 31 grados de media. Solo se han superado los 30 grados de media 6 días y en 20 jornadas los 29. Estamos ahí, en registros históricos, con días muy calurosos y noches tórridas. Sin embargo, lo más preocupante sigue siendo la total falta de agua de los últimos 50 días, que ha hecho que esté todo seco como suele estar en agostos secos y cálidos, no a mediados de junio. Los suelos están completamente agostados, salvo los que reciben en las ciudades o pueblos algo de riego, y los montes y bosques son una bomba de relojería, así que hasta que llegue la ansiada lluvia -que se anuncia para mañana y ya la semana que viene con más regularidad- no queda sino cruzar los dedos y encomendarse a la buena fortuna y al trabajo de bomberos y personas encargadas de minimizar los efectos de los incendios, que, siendo duros -especialmente el de Leyre-, podrían haber sido aún mucho peor. El caso es que hay voces que anuncian o advierten de que estos episodios van a ser cada vez más habituales y que también a nivel agrícola y forestal hay que trabajar en la línea de que cuando lleguen los inevitables incendios estos tengan la menor afección posible, desarrollando trabajos previos que consigan que el combustible del que se nutren estos desastres sea menor y que al fuego se le pongan más barreras naturales antes de que se haga con todo. Veremos.