Hay personas especialistas en complicarse la vida de forma tan irracional como incomprensible. Es el caso, por ejemplo, de la agente de la Policía Municipal de Pamplona que ha sido condenada a 22 meses de prisión por apropiarse de los 605 euros que contenía la cartera perdida que le fue entregada en dependencias policiales por quien se la había encontrado. La sentencia de la Audiencia de Navarra es incontestable. Considera probado que la inculpada, además de quedarse el dinero ajeno, se saltó todos los protocolos. Ni identificó a la mujer que lo entregó, ni hizo relación ni descripción del objeto depositado, ni rellenó los campos del documento existente al efecto, ni entregó copia del mismo a la ciudadana, ni confeccionó un informe interno en donde se detalla su actuación, etc. Toda una negligencia por su parte que, además le obliga a completar su castigo con una inhabilitación para ejercer su profesión durante todo el tiempo de la condena. Y, lo que quizá sea todavía más grave, su actuación pone de manifiesto que no tiene ninguna confianza en la eficacia del cuerpo policial para el que trabaja, al que pensó que podía engañar sin ser cazada cuando decidió meterse en el bolsillo el dinero que no era suyo. Alucinante.