“Los procesos de calentamiento global del Planeta están afectando gravemente a los glaciares pirenaicos altoaragoneses y en apenas una década, entre 1993 y 2002, han desaparecido hasta 13 de estos glaciares. En ese mismo periodo, otros cuatro cayeron a la catalogación de heleros al reducirse su extensión y sólo 15 sistemas pueden seguir siendo considerados propiamente como glaciares. Los glaciares del norte de Aragón apenas suman hoy 290 hectáreas cuando hace trece años cubrían 481. Su superficie supone menos de la mitad de la que ocupaban hace dos décadas, a principios de los años 80”. Junté estas letras en una columna ya lejana en el tiempo. Y los hechos han empeorado con mucho las previsiones de una dinámica que ya apuntaba a la destrucción. En aquel momento, se preveía que el aumento de la temperatura y la inestabilidad y descenso de las lluvias sentenciaban a muerte las lenguas de hielo pirenaicas y que, de seguir a este ritmo, desaparecerían a mitad de este mismo siglo. Previsiones demasiado optimistas. En estos más o menos 17 años que han transcurrido desde entonces, el cambio climático ha pasado a ser emergencia climática global y los glaciares del Pirineo ya tienen su final previsto para muchos antes que 2050. El glaciar de Monte Perdido, uno de los últimos del Pirineo y del sur de Europa, se está derrumbando perdiendo grandes bloques de hielo por las altas temperaturas de este verano. Ocurría lo mismo con la masas de hielo del Aneto. Y lo mismo ocurre en las grandes superficies heladas de los polos de la Tierra o en otros glaciares del mundo. Es el final de un ecosistema y el final también de un paisaje único que las nuevas generaciones ya no conocerán. Negar hoy ya la importancia y el alcance del cambio climático y desatender sus consecuencias humanas, medioambientales, sociales, económicas, laborales, energéticas, industriales... solo puede ser propio de gañanes e indocumentados. La realidad es tozuda y las consecuencias de ceder a las presiones del poder de los lobbies de las grandes corporaciones para aplazar las medidas que científicos y naturalistas venían exigiendo en cada Cumbre Climática de los últimos 30 años se pueden visualizar ya de forma contundente en imágenes reales en vivo y en directo que muestran el alcance del desastre climático. Lluvias torrenciales que inundan extensiones cada vez mayores en Alemania o en China, y otros países, da igual, olas de calor que provocan incendios interminables y arrasan miles de hectáreas de tierra y de vida en Siberia, Canadá, EEUU, Turquía, Francia o Sicilia y sequías demoledoras que elevan aún más el hambre y la falta de agua en África y Asia, pero también grandes ríos europeos con los cauces prácticamente sin agua, deshielos masivos que aumentan la temperatura de los océanos y la altura del mar en las costas de todo el planeta Tierra... Incendios, ola de calor y sequía que este año vive también Navarra. Un compendio de imágenes de advertencia de que el calentamiento global y la avaricia inagotable del máximo beneficio están originando un retroceso de las condiciones mínimas de vida del planeta Tierra sin precedentes, con pérdida de biodiversidad y bosques a ritmo desconocido. No hacen falta alarmismos. Esta crisis medioambiental mundial es ya devastadora.