Septiembre abre la carrera final hacia las elecciones municipales y forales de mayo de 2023. Tiempo de nervios y de mucho partidismo copando la política. Al actual Gobierno de Navarra le queda como último reto importante sacar adelante su propuesta legislativa pendiente y la aprobación de los Presupuestos de 2023, los últimos de la Legislatura. A partir de ahí, todo será ya un interminable juego de las sillas hasta las urnas de mayo. De momento, las aguas andan más revueltas en el bloque de las derechas navarras. Ahora la lucha es por ser el primero en abandonar ese camarote de los hermanos Marx que ha sido Navarra Suma, una estancia que apesta a rancio, y como no puede ser de otra forma lo hacen tirándose los trastos a la cabeza. A Esparza no le ha gustado nada que el PP anunciara, a través de su vicesecretario general de Organización, Miguel Tellado, que concurrirá en Navarra a las elecciones con sus propias siglas, porque es eso precisamente lo que nunca ha interesado a UPN. No le ha importado compartir siglas con el PP en las elecciones generales a Madrid, pero siempre ha forzado concurrir solo con sus siglas en Navarra empotrando en ellas de tapadillo a los candidatos del PP. No sé, ya lo solucionarán. O no. La alianza entre UPN y PP siempre ha sido forzada y desde la desconfianza mutua. De partida, Navarra Suma ya es un cadáver político que nadie quiere velar. Solo Ciudadanos espera inútilmente el milagro de su resurrección. La realidad es que el PP ahora está más fuerte que en 2019, cuando Esparza le condenó a la humillación de entrar en la coalición por la puerta de atrás tras la firma de su pomposo acuerdo con Albert Rivera, un tipo nada fiable al que las encuestas le situaban incluso como ganador de las elecciones generales. Ese sueño duró apenas unos meses y de Rivera ni de Ciudadanos queda nada. La prueba evidente de que esos sondeos socioelectorales no son una ciencia demoscópica, sino un instrumento más para intoxicar a la opinión pública. El PP no es aquel al que el peso de la corrupción, la moción de censura a Rajoy y la alimentación exagerada de Vox en los medios llevaron a una situación de máxima debilidad. Tiene además la posibilidad de crecer y estabilizar la presencia institucional de su propio proyecto en Navarra –ahora en estado de desaparición–, sumando fuerzas con la plataforma de Adanero y Sayas, expulsados de UPN, y que según ambos promotores sigue aglutinando apoyos. Tampoco lo veo muy claro eso. Esparza tiene un reto complicado por delante. Incluso pese al debilitamiento de Vox. También interno con la crisis abierta en UPN. Y, lo que es peor, al fondo del camino la puerta de acceso al Gobierno sigue por ahora lejos de su alcance. Muy mal tiene que hacerlo el Gobierno actual para no mantener la suficiente ventaja política para dar continuidad, con la correlación de fuerzas de ahora u otra similar, cuatro años más su proyecto para Navarra. Aunque cuando aparecen en primera línea del fuego político los intereses partidistas, los intereses generales acaban en un segundo o tercer plano. El partidismo siempre se aleja de la lógica, de eso que los humanos llamamos sentido común. Además, todo ello a la espera del devenir de los tiempos que lleguen en otoño e invierno desde más allá de nuestras mugas.