Resulta más que difícil ponerse en el lugar de una mujer iraní en este momento. Pensar que cada mañana antes de echarte a la calle tienes que vigilar si llevas bien cubierto el pelo con un pañuelo y si has tapado convenientemente tus brazos y piernas. Acudir al autobús, a la universidad, al supermercado, al trabajo o a una cita con tus amistades en pleno siglo XXI con tu cuerpo totalmente oculto. Como si fueras invisible. ¿Para no provocar el qué y a quién me pregunto? ¿Acaso esos hombres creen que esas mujeres pueden ser más sumisas si no enseñan sus hombros? ¿Las respetan más si solo se sueltan la melena en su cama? Las mujeres son malas y perversas por definición y hay que domarlas... es la realidad en la que viven millones de mujeres y niñas en Irán. Mujeres preparadas, con las ideas claras, que tienen un teléfono móvil, que compartan sus momentos en las redes sociales pero que, en los espacios públicos, tienen que estar pendientes de la policía moral del Estado que controla su indumentaria (no la de los hombres), y si no cumplen ese estricto código es posible que te detengan y, en algunos casos, te torturaren, encarcelen o azoten. Es más, se exponen a reprimendaa incluso si dejan a la vista unos mechones de pelo, si su ropa es demasiado colorida o demasiado ajustada y si llevan demasiado maquillaje. “Son innumerables los casos de mujeres abofeteadas, golpeadas con palos e introducidas en furgones por la policía “moral” y arbitraria a causa de su vestimenta”, denuncia Amnistía Internacional, que asegura que el control del cuerpo de la mujer no sólo está en manos del Estado sino que a lo largo del país han surgido matones y agentes parapoliciales que también se arrogan la responsabilidad y el derecho de “imponer los valores de la República Islámica, acosando y agrediendo a mujeres en público”. “Las mujeres y las niñas se topan a diario con desconocidos que las golpean y las rocían con gas pimienta, las llaman “putas” y las obligan a taparse por completo el cabello con el velo”, destaca la ONG. Un control sobre el cuerpo de la mujer que resulta más que anacrónico, violento y machista. En los últimos años ha ido creciendo un movimiento de rechazo a las leyes del velo obligatorio, actos de desafío más que valientes que se han recrudecido tras la muerte bajo custodia de Mahsa (Zhina) Amini, de 22 años, el 16 de septiembre. Las mujeres salieron a las calles por primera vez desde la revolución islámica de 1979. Sus protestas se han oído en todo el mundo y han generado una inmensa ola de solidaridad. La respuesta del régimen: al menos 23 adolescentes han sido asesinados impunemente en una brutal represión. Amini, que ni siquiera era una activista política, se ha convertido en todo un símbolo de la lucha feminista contra el régimen en Irán que fomenta la discriminación contra las mujeres en muchos ámbitos. Luchan contra un régimen que utiliza su legitimidad religiosa para perseguir a las mujeres lo cual no significa que todas las mujeres musulmanas quieran quitarse voluntariamente el pañuelo pero no que se lo impongan.