En la cima del monte Ezkaba, donde el viento nunca olvida, se alza un viejo fuerte de piedra, herido por las huellas del franquismo. Y recuerda cuando reinaba el miedo, el silencio de los fusiles y el hambre, mientras se escuchan los nombres de los 7.400 presos entonados por las voces de sus familiares en busca de su memoria. De una que regresa para recomponer las historias inacabadas. El 22 de mayo de 1938 —hace 87 años795 hombres corrieron monte abajo para escapar de aquel presidio y tan solo tres alcanzaron el otro lado de la frontera. Los demás fueron capturados y devueltos a la prisión de la antigua cárcel de San Cristóbal. Y creyeron que el miedo y las balas provocarían el olvido de estos presos, pero nada les podrá borrar de la historia. Por esta razón, las asociaciones memorialistas de Navarra se han concentrado este domingo por la mañana en la puerta del fuerte para rendir homenaje a los presos que estuvieron en su interior.

De esta forma, cientos de personas acudieron con banderas tricolor para honrar a aquellas personas que defendieron la II República y dejaron a los pies del fuerte claveles y botellas con mensajes y los datos de algunas de las víctimas que fueron enterradas en los cementerios cercanos. "Vamos a recordar los largos años de olvido, pero también la reacción de los pueblos para reconocerlos oficialmente y colocar sus nombres en placas; un despertar de la memoria que rompió con largos silencios y liberó para siempre su memoria y la nuestra", comentaron desde la asociación Txinparta. Así, por cada una de las doce láminas en donde se inscriben las historias de las 7.200 víctimas del franquismo, hubo familiares o amigos que leyeron manifiestos o hablaron sobre aquellas personas a las que el franquismo quiso silenciar. Pepe Viyuela, sobrino nieto de Rafael Viyuela y actor, envió una carta en la que advertía de la "ignominia" y la "infamia" del franquismo: "Durante muchos años no tuve noticia ni de la existencia del fuerte de San Cristóbal ni de que ese siniestro lugar había sido el paradero donde murió mi tío abuelo", expresó en el texto y añadió que "la dignidad de haber perdido la vida luchando por la libertad provocó que siguieran clamando justicia a través de voces nuevas que recogieron su testigo".

Una botella y un clavel para Leopoldo Pico

Interpretación de 'Maravillas', de Berri Txarrak, durante el homenaje a los presos del fuerte de San Cristóbal

Interpretación de 'Maravillas', de Berri Txarrak, durante el homenaje a los presos del fuerte de San Cristóbal Unai Beroiz

Pedro Pico no conoció a su abuelo Leopoldo, y tampoco lo hizo su padre (también Pedro Pico). Sin embargo, fue uno de los líderes de la fuga y uno de los primeros a los que mataron. Al principio, no conocía el fuerte y no tenía la forma de encontrar los rastros de su abuelo hasta que conoció Txirrintxa y le descubrieron que los restos de Leopoldo yacían en las inmediaciones del monte Ezkaba. Y esta mañana ha podido ver el lugar en el que tuvieron a su abuelo y de recoger una botella, un clavel y los restos del suelo para llevarlos al lugar donde nació Leopoldo y a la tumba de Pedro. "Con esto se cierra un capítulo para ellos. Estoy seguro de que mi padre, esté donde esté, descansará tranquilo sabiendo que en Navarra no se olvidan de mi abuelo. Que no le han dejado morir sepultado bajo el silencio", dijo. Y, de pronto, volvió a sonar el murmullo del pasado –esta vez en el presente–: “¡Que viva la república!