Cuando no has tenido hijos ni hijas, el sentido del paso del tiempo es diferente. Te faltan referencias. El hecho de no ver crecer de cerca, aunque tengas sobrinos y sobrinas o niños muy cerca, hace que a veces pierdas un poco la perspectiva de tu propia edad. Y más cuando te faltan también los padres, complicado momento en el que sientes que por delante y por detrás solo queda tu propio camino. Y desde ese lugar ves el envejecimiento, como la huella del paso del tiempo en ti misma. Y nunca te acabas de ver en la edad que realmente vas cumpliendo. Pero hay fechas, momentos que vuelven, se anclan y te acompañan. Y de pronto un día percibes que tienes justo la edad de tu madre cuando le diagnosticaron el cáncer de mama. Y revives ese momento. El diagnóstico, la operación, el tratamiento, las consultas... y recuerdas cómo la veías entonces a ella, y cómo te ves tu ahora con sus mismos años, décadas después. Y vuelves a quererla más todavía y a admirarla, sobre todo su fortaleza y su valentía, porque el amor de verdad tiene un punto de admiración hacia la persona amada. El cáncer de mama hace más de 30 años era la misma enfermedad, pero al mismo tiempo era muy diferente a la actual, tanto médica como socialmente. Todo era un proceso más solitario. Estaba ella, con su enfermedad, con su familia, con su cicatriz en el hueco de ese pecho quitado, esa marca que para mí era hermosa porque crecí con ella muy cerca, normalizando ese cuerpo nuevo, con las prótesis que ella misma se fabricaba para seguir con su vida de la manera más normal posible. Y lo superó y vivió feliz con su familia los años que siguieron, sonriente, transmitiendo siempre tranquilidad y confianza. Y hasta conoció a dos de sus nietos. Pero años después otro mal diagnóstico se la llevó y ya no hubo más sonrisas. Ahora, cuando de nuevo celebramos el día del cáncer de mama y volvemos a poner el foco en la importancia del diagnóstico a tiempo y de la prevención, de la investigación y del acompañamiento en todos los ámbitos a quienes necesiten apoyo en el proceso de la enfermedad, me vuelvo a acordar, más si cabe, de cómo el cáncer de mama entró en mi vida. Como cada día entra en la de tantas mujeres. Para todas es algo cercano, que te puede pasar a ti, a alguien de tu familia, a tus amigas... y es bueno saber que no estás sola si de pronto un diagnóstico te cambia la vida. Hemos avanzado mucho, aunque queda camino por recorrer, enlazadas a la vida.