Por mucho que trato –y consigo aceptablemente– de seguir a rajatabla mi propia prohibición de meter mucho o siquiera algo la nariz en los asuntos de la guerra, a fin de cuentas me dedico a hacer cinco columnas semanales y tengo que leer prensa, webs y redes y quiera o no quiera te chocas con cosas. Uno, que ya les ha contado que suficiente miedo tiene de por sí a que esto se vaya del todo de las manos y pasemos a otra dimensión, sabe que los medios por lo general si hay 20 noticias sobre el asunto escogeremos para titular la más tremendista. Y, a ser posible, girando un poco el sentido de lo dicho para que sea más tremendista aún. Por ejemplo, el otro día Putin dijo que el “riesgo potencial de conflicto en el mundo entero y a nivel regional sigue siendo muy alto”, lo cual lo sabemos todos a no ser que metamos la cabeza debajo del ala. Pues los medios –todos– titularon que Putin dice que el riesgo de conflicto mundial es muy alto. No es lo mismo. Puede ser parecido, pero no es igual. No lo es lo mismo riesgo que riesgo potencial. No es igual mundo entero que conflicto mundial. Uno se refiere a que pude haber –y hay– conflictos en varios puntos del mundo. Otro indica una guerra mundial. Los ejemplos son cientos estos meses, unos meses que no parecen dar tregua ni a los pobres invadidos ni a los –por qué no– bastantes –no todos, claro– pobres enviados al frente contra su voluntad. Es cierto que la situación sigue sin dar un solo viso de optimismo y que con las acusaciones mutuas de querer usar una bomba sucia no se hace más que tensar aún más, aunque quiero creer que son estrategias para avisarse mutuamente de que no se llegue a esos extremos y que ninguna de las partes lo hará realmente. Porque el escenario si se escala a ese nivel sí que sería otro, más aterrador aún. Ojalá tanta tensión se convierta pronto en algo de negociación, que es como acaban las guerras.