Observo en la calle a chicos y chicas que salen del instituto. Visten camiseta y pantalón corto buena parte de ellos y de ellas. La indumentaria se repite también en algunos adultos, elección inédita para estas fechas. Hace calor y lo corroboran las ropas. En los escaparates, la moda de temporada otoño-invierno tiene difícil salida y pasará al turno de rebajas. Al paso que vamos, de las cuatro estaciones solo perdurará el testimonio de la obra musical de Vivaldi. Un mes después de que el calendario lo diera por concluido, el verano sigue anclado aquí, con temperaturas que rozan los 30 grados en Navarra y noches cálidas que no tienen precedentes en nuestra tierra. A mí todo esto me tiene preocupado. Informaciones publicadas ayer enfatizaban en que los insuficientes planes climáticos de los países abocan al mundo a un catastrófico calentamiento de 2,5 grados; y que la concentración de los principales gases de efecto invernadero en la atmósfera vuelve a marcar un récord. El cambio climático es una realidad irrefutable. No hace falta empaparse de estudios o analizar datos: se ve en las calles. No será porque los científicos no lo habían advertido. Se agotan los plazos. Viene mal tiempo.