En medio de tanto ruido se valora cada vez más poder percibir el silencio, como en un día de nieve intensa al despertar. Tener la sensación de que algo te calma en medio de la tormenta, de que nada es tan malo como parece. Escucharnos por dentro antes de salir fuera. Juzgar menos y escuchar más. Empatizar con el resto en lugar de tanto individualismo. Asumir que aquello que no se puede cambiar, porque no está en tu mano hacerlo, es mejor aceptarlo y tratar de abordarlo desde otra perspectiva. Porque entender cómo nos sentimos cada día es clave para saber cómo estamos de verdad y casi siempre es mejor de lo que creemos, por suerte. Y es fundamental para relacionarnos de una manera sana con el resto. En la sociedad actual se recurre demasiadas veces al extremo de estar mal como si no existieran fases intermedias en las que poder parar para coger aire antes de seguir. El mundo de las emociones y el bienestar emocional es complejo, pero la inteligencia emocional es clave para nuestra salud cotidiana. Algo que es tristemente una asignatura pendiente todavía, en la que tenemos que formarnos ya de adultos, muchas veces a golpe de equivocarnos, de abrir la puerta que no da al lugar deseado, de conversaciones mal llevadas que lejos de conectarnos nos distancian, de pérdidas mal gestionadas, de mensajes a destiempo o de conflictos que se enquistan hasta que cuesta sacarlos. Todo es mucho más sencillo si somos capaces de abordar la vida desde un punto de vista positivo tratando de celebrar cada momento de felicidad, que los hay, en cualquier parte y circunstancias, por pequeño que sea. Saber entender nuestras emociones nos lleva a sentirnos mejor. Por eso creo que es una muy buena noticia para todos y todas el programa de bienestar emocional de Salud Pública lanzando hace unos días. Llega e un momento muy necesario ante la percepción de que la situación de bienestar emocional se ha resentido en la ciudadanía navarra en los últimos tiempos, entre otros factores por las desigualdades socioeconómicas. El objetivo de este nuevo programa es promover la salud emocional de las personas, “evitando la medicalización del malestar, apoyando la prevención, y promoviendo entornos favorables al tiempo que se potencian los recursos necesarios para afrontarlo”. En definitiva, enseñar a gestionar las emociones, a aceptarlas y compartirlas, las buenas, como la alegría o el amor y las no tanto, como la ansiedad, el miedo o la tristeza. Todas tienen su papel para poder afrontar los problemas de la vida diaria de una manera saludable. Bonito reto.