Fueron hace un par de días los premios de la Cámara Navarra de Comercio e Industria y para allí tuvo que ir la presidenta del Gobierno de Navarra a escuchar el sermón. Ser autoridad de algo, no crean, tendrá sus ventajas, pero también sus inconvenientes, sea cada cual del partido que sea. Por ejemplo, oír las encíclicas que larga de vez en cuando Javier Taberna Jiménez, de los Taberna de toda la vida. Han oído sus discursos como presidente de la magna Cámara nada menos que Urralburu, Alli, Otano, Sanz, Barcina, Barkos y Chivite. 7 presidentes 7 han tenido el gusto de escuchar las ideas políticas del antiguo concejal en Pamplona por la UCD, puesto que salvo casos muy contados sus discursos cuando tiene políticos delante siempre entran en esos terrenos, como solían hacer los curas de antaño, cuando los curas tenían en el pueblo un poder del que ahora por fortuna no disponen. Taberna sigue considerando que la Navarra eterna que tiene en él a un gran representante –así lo llevan eligiendo 31 años las élites empresariales, no para defender al pequeño, sino a las elites de las que él mismo forma parte– tiene derecho a soltarle a los políticos sus ideas y así lo hizo el otro día ante Chivite, al punto de que Chivite le contestó que igual lo lógico sería que “monte usted un partido político”, puesto que se puso a hablar de Huarte, de la sedición, de explicar que su sueño –“como el de la mayoría de navarros”, dixit– es un pacto UPN-PSN, de la competencia de tráfico y de la Guardia Civil y de todo lo que se le pasó por la cabeza. Claro que sí. Ya que van, que te oigan. Ya digo: lleva así 31 años. Porque además son los mismos que se juntan cada dos por tres en unos 100 premios y eventos anuales. No sé cómo aguantan tanta oropéndola. Taberna no necesita un partido político, Chivite. Ya se presentan otros por él. Es, como otros muchos en la sombra, más listo que todo eso.