Oro (Melchor), incienso (Gaspar) y mirra (Baltasar): los presentes navideños de los Reyes Magos de Oriente. Los más finos observadores de la Cabalgata pamplonesa se percatarían de la falta de incienso durante el protocolo de recibimiento a las puertas de la Casa Consistorial. El semblante de Gaspar, el menos mediático de los tres monarcas, expresaba consternación. Manos vacías porque todo el cargamento de incienso remitido a Navarra desde su palacio oriental había sido requisado por orden de la presidencia del Gobierno, más partidaria del autobombo que del autogobierno. El mensaje de fin de año de María Chivite estuvo impregnado de incienso. Un olor tan intenso que el personal presente en su grabación se protegió con mascarilla. Bueno, salvo los cargos de devota y retribuida confianza.

Y mira que los ciudadanos más provectos de esta católica provincia tenemos la membrana pituitaria hecha a su característico olor. También la juventud militante en confesiones cristianas. Chivite proclamó a Navarra como “la Comunidad con mayor calidad de vida de España”. Sin el mínimo pudor que le pusiera la cara del color de la bandera foral. Un exceso pretencioso y una comparación global torpe por inexacta. No somos los primeros en todos los marcadores de situación. O hemos perdido posición de liderazgo o nos aprietan los perseguidores, en un contexto de nación mediocre. Decir que nuestro autogobierno avanza es una chanza (hecho burlesco para recrear el ánimo) después de cuarenta años de transferencias pendientes, con la de tráfico como icono de impotencia. Enfatizar “importantes pasos” en la implantación de la alta velocidad disimula la realidad de ser una de las pocas Comunidades sin ese servicio. La única concesión autocrítica se refirió a la Atención Primaria y a las listas de espera. El pecado de omisión hubiera sido flagrante. Ni siquiera dejó un poco de incienso para Maya, orgulloso del tamaño de la bandera y de la factura de la pasarela.