Está claro que el umbral de tolerancia, como el del dolor, no es el mismo para todos. Según el Ayuntamiento de Pamplona, por ejemplo, es insoportable el ruido que puede provocar un vermú musical con la fanfarre de Muthiko Alaiak, o una salida de la comparsa txiki de Alde Zaharra. Argumentan que hay “saturación y quejas vecinales”. También había saturación y quejas con las barras de San Fermín de la Plaza del Castillo, por ejemplo, pero eso, por lo visto, es más tolerable. Algo parecido ocurre con la ocupación del espacio público. En las kalejiras de carnavales y Olentzero los cientos de participantes tienen que ir arrecochinados por las aceras, mientras que en muchos otros actos multitudinarios no hay problema en ocupar la calzada sin riesgo de “desorden público”. A todos se nos ocurren muchos ejemplos.

Esta semana hemos conocido otro episodio de “sensibilidad múltiple”: una profesora de AEK ha sido sancionada por el Ayuntamiento de Pamplona con 150 euros por colocar carteles de la campaña de matriculación. Dos agentes municipales se acercaron a identificar a esta profesora aduciendo que habían recibido una llamada de denuncia. Esta llamada, como han podido comprobar al leer la denuncia, la realizaron otros dos policías municipales de paisano. En un mar de carteles pegados por paredes y escaparates de comercios cerrados, qué casualidad, fueron a multar a los que enseñan el vasco. Y para más inri la multa la mandaron sólo en castellano, contraviniendo la propia Ordenanza municipal del Euskera.

¿Por qué el Ayuntamiento trata sistemáticamente a una parte de la ciudadanía como al cuñado insoportable que nos irrita y nos aburre antes de abrir la boca, simplemente por existir?