¿Cómo está viviendo en Roma los días previos al cónclave un cardenal que nació en Arre y estudió en Lekaroz?
–Yo creo que en las congregaciones generales que preceden al cónclave hay cinco fases que son importantes. Primero, escuchar es fundamental, después conocer, después comprender, después discernir y, al final, decidir. Si no escuchamos, si no conocemos, no vamos por buen camino. Además la Iglesia Católica hay cardenales de Nueva Zelanda, el de Shangai en China, de América Latina, América del Norte, Europa. Bueno, hay mucha diversidad y esa diversidad es muy sana pero estamos viviendo una fase de conocimiento y descubrimiento, también de personalidades y de visiones de la Iglesia. Porque tenemos nosotros tenemos una visión bastante yo diría eurocentrista. Parece que Europa está en el centro del mundo pero no, hay otras realidades, hay otras culturas y hay una Iglesia más joven y quizá más fresca en otros sitios también...
“No importa el pasaporte del papa, hay una visión eurocentrista pero hay una Iglesia más joven y quizás más fresca en otros sitios”
Hablar del legado de Francisco es hablar también de dos corrientes, conservadores y progresistas. ¿Cuál es la predominante?
–Desde el siglo XIX. A mí lo que me parece importante es no quedarnos en etiquetas. No vamos a votar a uno porque es conservador o porque es progresista sino que nos parece bueno para la Iglesia. Y me parece también importante que no estemos en la lógica de política, de táctica o de estrategia. Yo he dicho a muchos periódicos franceses que no estamos 135 cardenales para arreglarnos entre nosotros desde una lógica de poder sino que estamos ahí para servir a más de 1.400 millones de católicos. Hay que pensar en esas personas. No estamos ahí para pensar en nosotros y entre nosotros sino que tenemos que pensar lo que merecen los católicos. Tenemos que darles un buen papa.
Con todos los desafíos que tiene el mundo, que son muchos, las guerras, migraciones, conflictos económicos....
–Vivo en Francia y hay ejemplos de muchos cambios que se están produciendo en la sociedad. Hemos visto que en estos días de Pascua hemos tenido unos 17.000 bautizos de adultos en Francia, es una cifra enorme. Esto quiere decir que en la Europa un poco secularizada y lo veo en Francia, hay mucha gente de diferentes procedencias, políticos de izquierdas, de derechas, gente del mundo de la cultura, con diferentes estatus... que busca la fe. Personas que quieren acercarse a la fe. Hay una sed de espiritualidad y de conocer un poco mejor la Iglesia. La geopolítica internacional es muy inquietante. Ante tanta violencia que hay en el mundo tiene que haber gente que anuncie la paz, pronuncie la paz y quiera la paz.
¿Cree que va a servir para algo esa influencia del Papa? Lo digo por la foto entre Trump y Zelenski...
–Por supuesto que sí. Estamos en eso.
¿Cómo está de ganas nuestro candidato navarro?
–Yo creo que el navarro es un novicio que está descubriendo una realidad nueva y lo vive como una aventura nueva. Pero bueno yo voy a aportar mi granito o mi piedra en este edificio. Lo importante es que pensemos en un hombre sabio, que tenga una cierta experiencia y que aporte lo que la Iglesia necesita.
¿Se ve demasiado joven para el cargo?
– Sí. Tengo 56 años, soy una persona mayor pero hace falta gente con experiencia. Una persona que conozca también la curia romana. Todavía es muy pronto, tenemos que escuchar y, una vez que has escuchado, puedes decir esta personalidad o esta visión corresponde y puede hacer bien a la Iglesia. Estamos en ello.
Insisto con lo de posible, de la onda del Papa, nombrado por él, abierto y con mucho mundo...
–No, lo dejamos a otros. A cada uno su tiempo. Hay gente que tiene más experiencia, más competencia..
¿Europa, África o Asia? ¿Hay más posibilidades de se europeo?
–Lo que importa no es el pasaporte. No importa que sea italiano, que sea francés, que sea español. Ocurre como en el deporte, tú quieres que gane el equipo de tu pueblo, ¿no? Eso es normal. Pero en nuestra Iglesia Católica lo que tiene que importar es que elijamos al que creamos en conciencia que es el mejor para dar al mundo algo bueno.
¿Da igual su origen?
– Queremos que sea bueno, que tenga ganas de dar la vida y también de ofrecer lo mejor de sí mismo, de dar todas sus capacidades y todo lo que es por el bien de la Iglesia.
¿Llegar a los más jóvenes es uno de los retos principales de la Iglesia? El papa Francisco les lanzó un serio mensaje: escuchen.
– Hay dos movimientos dentro de la Iglesia, un movimiento de unidad y un movimiento de creatividad y de contacto con la gente por la misión. No podemos limitarnos a la gestión. Tiene que haber visión. Y en la visión cuenta la misión.
¿A qué se refiere?
–Al contacto con la gente, por ejemplo en Europa. Después del ‘68’ el lema era ni Dios ni maestro, libertad, y cada uno hace lo que quiere. Lo cierto es que, 60 años después, la pregunta que nos podemos hacer en Francia es si la gente es mejor, si es más feliz. Y la verdad es que, aunque se ha evacuado a Dios, la sociedad no va mejor. Hay mucha violencia. Lo vemos todos los días, incluso en los jóvenes. Yo creo, además, y es el sacerdote, el franciscano, el que habla, que la espiritualidad nos salva de la barbarie.
¿Cuáles son las aportaciones que puede hacer Bustillo a la Iglesia?
–Cada uno llega con su vida, con su personalidad y con su experiencia. Mi experiencia de haber nacido en Pamplona, de haberme formado en Italia, de haber vivido todo mi ministerio y mi misión en Francia; y luego como cardenal y obispo, he tenido la posibilidad y el privilegio de visitar varios países y de vivir misiones en varios países de África. Y cuando llegas a una congregación vas a hablar de lo que eres, de lo que has vivido y lo que sabes. Sin arrogancia y sin complejos.
¿Y el carisma franciscano?
–Puede dar mucho al cónclave y a la reflexión de la Iglesia porque habla de reparar, habla de conciliar, de fraternidad, de austeridad, de ecología, de muchos temas que son necesarios. Y habla de sencillez y creo que nuestro mundo que es bastante complejo necesita sencillez y autenticidad. En nuestra sociedad hay mucho cálculo, mucha estrategia, y nos falta un poco de sueño, una visión, un futuro y una esperanza.
Conoció al papa Francisco, ¿cómo fue esa experiencia?
–A mí el Papa me revolucionó la vida. Porque me hizo obispo, me ordenó cardenal y vino a mi diócesis en Córcega.
¿Le gustó uno de los libros que escribió no fue así?
–Hay mucha gente que busca un GPS, una brújula interior y un sacerdote puede serlo. Con sencillez pero puede dar una orientación. Hoy en día hay muchos coach que asesoran para hablar en público, para vestirse, para cortarse el pelo... y mucho influencer en redes sociales. Yo creo que el sacerdote y el hombre de iglesia tiene que intentar animar y guiar allí donde la persona puede encontrar la felicidad. Si no va a saber muchas cosas, va a tener una Ferrari, va a tener una piscina, todos los bienes que queramos pero, si al final no es feliz, la vida no le sirve de nada.
¿Cuáles son los principales problemas que está habiendo en Córcega y, en Francia, en general?
–Yo veo Córcega y veo Francia. Conozco a personas muy ricas. Hay mucho dinero, mucha cultura, se viaja por todos los sitios y se hablan muchas lenguas, todo lo que queramos, pero al final el ser profundo está vacío. Hay gente que busca un sentido a su vida y necesita a una persona de confianza... y la Iglesia tiene que proponer algo de sano, de sencillo, de justo y de bueno.
¿Ese espíritu solidario lo lleva grabado como navarro?
–Yo creo que el navarro lleva en sí un espíritu misionero. Misionero entendido como apertura de espíritu. El navarro también tiene una gran capacidad de adaptación a realidades y culturas distintas.