Vivimos en un mundo privilegiado. No nos damos cuenta hasta que no suceden catástrofes como la que acabamos de ver con el terremoto de Turquía y Siria. Además de la magnitud del seísmo del (7,8), en una región sísmicamente muy activa donde tres placas tectónicas chocan constantemente entre sí bajo la superficie de la Tierra, la mayoría de los edificios se han derrumbado como castillos de naipes porque han sido construidos con ladrillos y hormigón quebradizo. Muchos han fallado por colapso estructural. Edificios extremadamente vulnerables con deficiencias que provocan una fragilidad de las estructuras incluso en terremotos de escala moderada, según los expertos. Vamos, que no hay calidad en las construcciones, tampoco hay inspecciones y, lo peor de todo, no ha cambiado nada después del terremoto que sufrió el país en 1999. Administraciones a diferente escala, constructores y técnicos están detrás de la muerte de miles de personas. El hormigón no es malo, dicen, si la estructura está bien diseñada mientras que el acero debe ser de alta ductilidad para adaptarse de a los desplazamientos de un terremoto sin romperse, y los puntos de encuentro entre vigas y pilares se refuercen. Pero la seguridad cuesta dinero. El equilibrio entre la resistencia y la ductilidad, es decir, la capacidad para deformarse sin romperse es lo que hacen en Tokio con edificios de gran altura, diseñados con estructuras de acero laminado, de hierro, y con unas cimentaciones a prueba de corrimientos del terreno. En nuestro país los geólogos cuestionan que el Gobierno español se está retrasando en actualizar la normativa sobre sismicidad en las edificaciones. Pese a ello está a años luz de otros países como Turquía. También dicen que la futura normativa sísmica que tendrá Europa incluirá normas para proyectar estructuras innovadoras. Esta misma semana se presentaba desde el Gobierno de Navarra una herramienta inteligente para conocer las zonas con mayor vulnerabilidad edificatoria y social, para medir la eficiencia energética o la antigüedad de nuestro parque inmobiliario. Los edificios viejos serán poco eficientes y emitirán mucho CO2 pero al parecer son seguros. No hay construcción en Navarra que pueda estar en “riesgo de colapso” por un seísmo, reconocía el arquitecto Patxi Chocarro desde el Colegio de Arquitectos de Navarra hace apenas dos años. “Las normas sismorresistentes se tienen en cuenta desde los años 60, de modo que todos los edificios que se han construido en la Comarca de Pamplona desde los años 60 y 70 están preparados”, señalaba. Una normativa que también afecta a la ordenación del territorio. Los edificios más antiguos son “más bajos, tienen una mayor ductilidad por su forma constructiva, están hechos por gravedad, piedra sobre piedra, con gran anchura de muros y sin riesgo”. Edificios que podrían aguantar perfectamente hasta terremotos de 7 grados. Mejor no saberlo!.