En un plis plas, Saiz y Chivite se presentaron en el mercadillo de San Blas. En su escenario tradicional de San Nicolás/San Miguel, recuperado tras las restricciones pandémicas. La candidata socialista a la alcaldía de Pamplona escribió en Twitter que, “por muchos motivos”, es un “día especial” para ella y su familia. Ahora aún más como portavoz del Gobierno. San Blas es protector de la garganta. Mejor encomendarse al santoral que a consulta con lista de espera. Quizá por ser año de elecciones, acudió con la presidenta Chivite. Propaganda visual colegiada. Las fotos del tuit constatan su presencia cerca de los puestos, pero ninguna certifica que abrieran el monedero. De la extensa oferta de roscos, tortas y figuras de caramelo, optaron por los bastones rellenos de chochos. El martillo de caramelo ya lo han usado bastante contra Esparza (Na+) y el dulce chupete de las consejerías ha contenido el reflujo ácido de la digestión de sus propios socios. Su objetivo: mantener la presidencia del Gobierno de Navarra y recuperar la alcaldía de Pamplona, perdida en 1987 tras dos mandatos. Hace cuatro años, el reparto de chochos fue egoísta. Insolidario. El PSN aceptó el apoyo medido de Bildu para que la alternativa progresista se aupara hasta la mayoría absoluta, pero negó similar apoyo a Bildu como lista de izquierdas más votada para el Ayuntamiento de la capital. Elma Saiz amaga con la misma actitud: o se apoya su proyecto o hace un Esporrín y se monta el consiguiente chocho. Volvería a salir en la foto del Premio Ruido. Chantaje preventivo. En 2019 (participación del 71/72 por ciento), las fuerzas del cambio con representación en las instituciones superaron a la coalición de derechas: 60,24% contra 36,57% en el Parlamento; 48,8% contra 40,6% en el Ayuntamiento de Pamplona. Lo que se hizo valer para el Gobierno, no se aplicó a Pamplona ni a otras alcaldías importantes. A ver qué pasa con el reparto de chochos. Falta poco. Un plis plas.