No me extrañó que As bestas resultara la triunfadora de la noche de los Goya. Es una excelente película. Eché en falta, sin embargo, algún premio para obras como Alcarrás o Irati, que llega la semana que viene a las carteleras. También hubiera celebrado un galardón para Muguruza por la segunda parte de su Black is Beltza. Se consolará con la publicidad en su favor que le ha proporcionado la campaña en contra de Vox. Del resto del palmarés, lo que más me alegró fue el premio a Telmo Irureta, como mejor actor revelación. Y sí, ya sé que estoy barriendo para casa. Su participación en La consagración de la primavera por el que fue reconocido la noche del sábado ha dado a conocer a Telmo al público del Estado. Los espectadores euskaldunes, en cambio, llevábamos ya años siguiéndole la pista por sus papeles en programas de humor de ETB1 como Barre librea, o en obras de teatro como Sexberdinak, donde, precisamente, encara el tema de la vida sexual y afectiva de las personas, con discapacidad o sin ella, junto con su compañera de reparto Aitziber Garmendia. Los que acudieron a su representación en el Gayarre tuvieron que seguirla sentados en sillas de ruedas, única forma de que el espectador se ponga en la piel del personaje que representa Telmo, discapacitado como él. Ver al zumaiarra actuar no es fácil. De hecho, nunca lo es interactuar con un paralítico cerebral. Con él pasas de la incomodidad a la admiración, para volver a veces al primer estadio. Telmo te interpela sobre su cuerpo y el nuestro, el de las personas consideradas normativas; te interpela sobre sus propias dificultades y nuestra actitud hacia ellas. Tiene 34 años y va por su tercer título universitario, pero lo que le apasiona es actuar. Sabe que nunca hará papeles de galán ni protagonizará películas de acción. No le importa. De momento va ganando esta carrera de obstáculos que es su vida, gracias a su tenacidad y al apoyo de los que le quieren.