Observo con estupor este repentino afán examinador de textos que persigue reescribir fragmentos de obras literarias para borrar aquello que pueda molestar a determinadas sensibilidades hipersensibles. Para empezar, me parece de una tremenda gravedad falsear el original y suplantar la idea del autor, sobre todo cuando este no puede dar su opinión o su autorización. Guiados por este afán revisionista, nada me extrañaría que estos sectores uniformadores acabaran retocando creaciones de Cervantes o Shakespeare porque sus personajes, las descripciones o los comentarios vertidos agreden los baremos que tratan de imponer en este embobado siglo XXI.

La semana pasada conocíamos la intención de eliminar palabras que los bienpensantes consideran ofensivas de la obra de Roald Dahl, autor, entre otras de Matilda, Las brujas y Charlie y la fábrica de chocolate. También amenazan con cambios en los libros del agente James Bond. Imagino que lo siguiente será Blancanieves y los siete enanitos. Es esta una dinámica peligrosa si no frenamos en seco y nos paramos a pensar las intenciones y sus consecuencias.

Cualquier creación artística es hija de su tiempo y recoge el lenguaje, las costumbres, las diferentes visiones de ese periodo; es una radiografía de una época, desde el punto de vista de un autor, que aporta información para interpretar. Adaptar aquella realidad a los tiempos actuales es introducir una mentira histórica. Porque, ¿qué hacemos con personajes que pasaron a la cultura popular como El Gordo y El Faco (los actores Stan Laurel y Oliver Hardy)? ¿Son un canto a la anorexia, a la bulimia, a las dos a la vez? Con la misma arrogancia con la que pretenden reescribir textos se pueden mutilar también esculturas (o dinamitarlas directamente como los talibanes), repintar cuadros retirando personajes de la escena, alterar letras de canciones, prohibir representaciones de Otelo o no volver a proyectar Gilda. Se nos ha ido la cabeza definitivamente: veremos hogueras de libros como en Fahrenheit 451. ¿Estarán planeando también modificar reportajes o artículos publicados en internet? Hay un cambio natural, paralelo a la educación, en las percepciones, en los valores y en las formas, un cuestionamiento que es lógico porque lógico es preguntarse constantemente por lo que hacemos bien o mal. Exponer argumentos y debatir. No sé, me inquieta pensar que alguien que detecte una agresión a los animales en la serie Fray Perico y su borrico (cuyo autor, Juan Muñoz, falleció el pasado lunes) proponga cambiar el contenido por Fray Perico y su Vespa. O no, porque la moto contamina. En fin.