El 8-M sigue haciendo falta, mucha falta. Las reivindicaciones feministas por un mundo en igualdad son necesarias para seguir eliminando la brecha entre hombres y mujeres. Una brecha visible e invisible que nos discrimina socialmente, en el trabajo, en el salario, en los cuidados, en el hogar, en el ocio, en los negocios ... y también en lo tecnológico, como lo recuerda el lema de este año de esta cita internacional: Por un mundo digital inclusivo: Innovación y tecnología para la igualdad de género, para alcanzar el empoderamiento de todas las mujeres y niñas en ese terreno en el que se mueve el futuro. La feminización de la sociedad es lenta, los logros en materia de igualdad necesitan tiempo para asentarse y en cambio destruirlos apenas lleva nada. Por eso no hay que dar pasos hacia atrás, ni creernos que lo conseguido se mantiene por decreto, ni bajar la guardia con las nuevas generaciones. Quizás por ello resulta incomprensible que lejos de caminar juntas, sumando, cada año el 8-M llega un poco más dividido y por extensión más débil, porque ciertamente cada fisura nos debilita en esta justa reivindicación de igualdad. La fuerza que el movimiento feminista logró en la primera huelga de mujeres de la historia en el 2018, a la que siguieron unos años de clamor social, corre el riesgo de diluirse, de filtrarse por las grietas que nosotras mismas vamos abriendo. Como si no tuviéramos ya suficientes agujeros machistas por los que caer. Si la unión hace la fuerza la división nos la quita. Y se puede estar juntas pensando diferente, discrepando, siempre que lo esencial, la razón de por qué hay que seguir luchando contra una sociedad machista y desigual, esté clara para todas y todos. Este año en muchas ciudades el feminismo volverá a manifestarse dividido el próximo 8-M, como ya ocurrió el año pasado. Si en 2022 fueron las diferencias en torno a la ley trans, esta vez es la ley del solo si es si. Y al margen de diferencias, las leyes, como el acceso al conocimiento, a la educación y a la formación, son imprescindibles para crear una sociedad más igual, justa y democrática. Creo que el feminismo como movimiento tiene que tender a aglutinar las corrientes en favor de la igualdad y contra el machismo, esa es su razón de ser, sin caer en la  trampa de enfrentarnos unas a otras. Porque cuando nos lanzamos contra nosotras mismas el daño todavía es mayor.