Ha sido una semana cargada de nostalgias y no me refiero a lo que fuera que intentó un anciano y viejo militante antifanquista aliándose ahora con sus teóricos enemigos para darse un último homenaje. No, no pensaba en cosas rancias y tristes. Más bien en las evocaciones que despierta el Cancionero Infantil de Pamplona. En sus páginas te reencuentras con Pito Pito, gorgorito; Carabí, Carabá que miro ya, Al rebullón, A la una saltaba la mula…. Tantos años sin oír estas retahílas, almacenadas muy en el fondo de nuestra memoria, para que de repente el mimado trabajo de un etnógrafo haga tan fácil aflorar los juegos de cuando chiquillos. Tengo por mi casa a unos brincando al burro, hay un grupo jugando a polis y cacos y unos niños saltando a la cuerda con El cocherito leré, otros dan palmas rápidas, muy rápidas, mientras alguien canta Antón Pirulero y una pequeña va de aquí para allá A la sillita de la reina. Esta inmersión en la infancia sólo podría mejorar si aparecen las figuras más queridas de la ciudad y, por arte de magia, en un sábado cualquiera los gigantes y compañía han salido a dar una vuelta para celebrar la declaración del cortejo ‘Cuerpo de Ciudad’ como Bien de Interés Cultural inmaterial. Me importa un bledo la razón, tengo 10 años y me lo estoy pasando bomba.