En la televisión pública catalana se han reído de la Virgen del Rocío, y no ha tardado en armarse la de Dios es Cristo. Muchos católicos se han ofendido, muchos andaluces también, y los unos han denunciado el ataque a los sentimientos religiosos, y los otros la burla de las tradiciones regionales. Hay quien incluso habla de xenofobia, clasismo, ignorancia y, cómo no, de malaje. Para superar el drama teológico les aconsejo El derecho a cagarse en Dios, de Richard Malka. Como corren los tiempos que corren, constituye más un recordatorio para la izquierda contemporánea que una lección para la derecha eterna. Esta parece tener claro el asunto, y bastante asumida su derrota en esta batalla.

Sin embargo, más peligroso resulta lo de la fobia contra un pueblo, que es elevar el humor, por muy chungo que sea, a delito étnico. Pues en este caso ni siquiera sirve de dique el abismo racional entre creyentes y ateos, ni la discusión ideológica entre conservadores y progresistas: se apela al fulgor de las emociones, al tam-tam victimista de la tribu, lo cual dificulta cualquier entendimiento. Dentro de la cuadrilla, todo; contra la cuadrilla, nada.

Y más vale que no nos pongamos muy estupendos, pues si en vez de la Blanca Paloma el objeto de la mofa fueran San Fermín y los Sanfermines el descojono sería menor, y qué tal si añadimos la Tamborrada, la peregrinación a Durango, Korrika y Euskaraldia, Real, Osasuna y Athletic, con perdón. ¿Quién no participa de alguna fe colectiva, quién no riega su pasión particular? Así que mejor aprender a apechugar que empeñarse en censurar. Más clínex y menos tijeras.