Sálvame tiene los días contados. La dirección de la cadena le ha puesto fecha de caducidad a un programa de televisión que convocaba audiencias millonarias con el reclamo de contenidos que sorteaban los límites de la privacidad. Como en el cuadro de Goya Saturno devorando a sus hijos, Sálvame no solo se alimentaba de la tripicallería de los famosos a los que trituraba sino que terminaba haciendo picadillo a sus propios colaboradores para volver a resucitarlos después. Sálvame ha vivido del escándalo, los cuernos y del “he oído que decían” para dar cuerpo a varias horas de emisión que, ante la aceptación de los telespectadores, fue llenando más franjas horarias y más días en la parrilla de Telecinco, generando incluso otros productos similares los fines de semana. A la natural curiosidad por saber de la vida oculta de los demás, Sálvame llenaba las sillas del plató con gentes de lengua afilada, voz de vendedor ambulante y colmillo retorcido para hincarlo en la yugular de la víctima a la que iban a ejecutar hasta dejarla sin sangre en las venas. En la otra parte del plató convertido en ring aparecía una fauna de sujetos y sujetas que, previo pago, se sometían al escarnio o a la demanda judicial: nunca un minuto de fama dio para tanto friki. Cuando se censuraban los contenidos o la persecución encarnizada a las que sometían a algunos famosos (el acoso a Jesulín de Ubrique y su esposa ha sido un clásico durante años), cuando te preguntabas cómo puede haber gente enganchada a un programa así, caías en la cuenta de que tu lo estabas viendo en ese momento y ya llevabas un buen rato consumiendo. Pero, por no hacer solo leña del árbol caído, tendremos que preguntarnos qué ofrecían las otras cadenas para atraer a esos espectadores enganchados a Jorge Javier Vázquez y su circo. No me vale solo con apelar al morbo, a poner en duda incluso el nivel cultural de sus fieles: el éxito de audiencia de Sálvame, que es el primer artículo en la ley de la selva de la televisión, ha sido también el fracaso de sus competidores a la hora de ofrecer productos alternativos. Sálvame, en su esencia, inspiró a otros programas, como El Chiringuito, con mucha bulla y guionización de sus personajes. Sálvame, que era heredero de Aquí hay tomate, baja el telón, pero el género no ha muerto.