Todos deberíamos ser conscientes que la guerra provocada por la invasión de Putin de Ucrania, es una especie de viaje a ninguna parte. Además de las muertes y los millones de refugiados, las consecuencias de esta contienda se miden por los efectos económicos que está teniendo. Una guerra es una tragedia humana, pero también es muy cara de sostener. Si no hay claros ganadores entre los contendientes, mantener un conflicto armado resulta inútil en el tiempo. En el caso de la UE, estamos pagando un alto coste por nuestra posición de defensa a ultranza de los derechos del pueblo ucraniano. Nada que objetar, por supuesto, pues, pese a que mucho deberíamos reflexionar sobre las razones que han provocado esta guerra, la agresión unilateral de Moscú no deja lugar a dudas sobre al lado de quien debemos estar los europeos. Defender a Ucrania es defender nuestro modelo de vida y sociedad, basado en la democracia, las libertades y los derechos humanos. Sin embargo, igual que está sucediendo en Washington y en Beijing, donde empiezan a plantearse hacia dónde se encamina la guerra, Bruselas debiera salir de su posición repleta de viajes a Kiev para abrazar a Zelenski.

Escenarios de la guerra

Después de más de un año de guerra, los analistas vislumbran cinco posibles escenarios de conclusión del conflicto. Los dos primeros se basan en la victoria de Rusia o de Ucrania. Pese al poder militar ruso, la victoria de Putin, al menos a corto y medio plazo se hace difícil de prever dado el apoyo prestado por EEUU, el Reino Unido y la UE al gobierno de Kiev. El tercer escenario se centra en una posible salida negociada que pasaría por el reconocimiento de Crimea y los territorios conquistados por parte de Rusia o la devolución de parte de ellos a Ucrania. El cuarto supuesto es el más temido y se basa en una escalada descontrolada de las acciones militares, incluido el armamento nuclear. Pese a que dicha posibilidad siempre puede estar presente, la fuerza disuasoria de las consecuencias mundiales que tendría, lo alejan de la realidad a medida que pasa el tiempo. Y, por último, estaría la hipótesis del estancamiento del conflicto que, hoy por hoy, parece la más realista.

Ganadores y perdedores

Si evaluamos y hacemos balance de los ganadores y perdedores de la guerra en la actual situación de la contienda, parece evidente que para los contendientes no se ha producido una posición predominante suficiente como para declararse vencedor y buscar una solución dialogada. Ni Ucrania se rinde, ni Putin se consuela con los territorios ocupados. Nadie ha ganado a fecha de hoy. Solo la OTAN ha arrancado una pírrica victoria fruto de la incorporación de Finlandia y en breve de Suecia. EEUU sacó partido inicialmente de la guerra, especialmente sus empresas de armamento especializadas en la más moderna tecnología ciber. Sin embargo, con el tiempo, sufragar en forma de ayuda un conflicto que se empieza a considerar regional, está incrementando el déficit de unas arcas públicas que no se encuentran en su mejor momento económico. Para China el conflicto ha sido desde sus inicios una complicación innecesaria en medio del único objetivo que les mueve: su recuperación económica tras la salida de la pandemia. Putin les prometió una guerra relámpago y se sienten engañados. De ahí su papel actual de mediador.

El papel de la UE

Así las cosas, queda por analizar el papel de los europeos, una vez que parece claro que el conflicto se alarga y tiende a estancarse. En ese contexto, estamos ante la gran oportunidad de pegar un golpe encima de la mesa del tablero geoestratégico internacional y demostrar que somos capaces de ser autónomos y soberanos respecto a EEUU y que representamos esa tercera vía tan necesaria en este peligroso mundo antagónico entre norteamericanos y chinos. Lo más importante es que el factor interno no se debilite, es decir, que la unidad mostrada hasta la fecha en la respuesta a la guerra no se rompa. El consenso en el camino que tomemos es fundamental. La segunda premisa para demostrar que queremos ser protagonistas es separarnos del seguidismo de las decisiones de Washington. En segundo lugar, rebajar las exageradas manifestaciones de apoyo adolescente al gobierno ucraniano. Tercero, reconocer que el conflicto no es global, sino regional y, por tanto, nos afecta más que nadie a nosotros los europeos. Y, por último, quitar de la ecuación la posibilidad de que Ucrania ingrese en la OTAN y afianzar la negociación con Zelenski para la adhesión de su país a la UE, con condiciones severas de convergencia que incluyen lucha contra la corrupción y defensa de la democracia.