La actualidad nos lleva estas semanas a dos ámbitos bastante relacionados y con una coincidencia temporal: las elecciones políticas y las sindicales. Poniendo por delante el respeto a las legitimas decisiones de cada votante, que al menos ya ha hecho algo importante como es participar, creo que hay síntomas alarmantes. A la espera de conocer el resultado de los comicios autonómicos y municipales, lo que sií sabemos es que en muchos lugares los partidos y agrupaciones, tan denostados como necesarios, han tenido serias dificultades para completar candidaturas. Hoy en día parece, y no solo en el ámbito político, que cuesta mucho que alguien dé el paso de renunciar a su tiempo y posición para trabajar por lo común, por los demás, sin buscar una rentabilidad inmediata o tangible, lo que en definitiva es la esencia de la acción política. El día a día de un pueblo, de un barrio, de una ciudad e incluso de una autonomía o de un país funciona no solo por una suma de individualidades sino porque hay quien se implica en instituciones y servicios públicos. A veces parece que eso se olvida. Y lo pagaremos caro tarde o temprano dejando vía libre a los populismos. Cuando faltan dos días para el 28-M, y saltando de ámbito, para no entrar en futuribles, lo que si se han conocido ya son los resultados de las elecciones sindicales en la Administración Foral. Y una de sus principales lecturas es un triunfo y ascenso de los llamados sindicatos corporativos, lo que es una victoria de “qué hay de lo mío, de los míos, de mi estamento” sin pensar que todo tiene que encajar en un sistema sostenible para todos y todas. Menos qué hay de lo mío y más qué hay de lo nuestro. Nuevamente lo común. Pueden ser estrategias legítimas, y a la vista está que exitosas en términos de votos y afiliaciones, pero cuestionables desde una visión de modelo social, político y económico. Y lo preocupante es la corriente subyacente y creciente –porque también hay un factor generacional- de pensar, vivir y primar las cuestiones según me beneficien o no, sin tener en cuenta las repercusiones que pueden tener en los y las demás y en el sistema en su conjunto. Mis derechos no pueden construirse a costa de los del resto en un ejercicio de restar en lugar de sumar. Cuando nos demos cuenta que no hay bien particular sin un bien común que hay que proteger será quizás demasiado tarde. Votar es una manera de implicarnos por ese bien común.