No entiendo muy bien la postura de Elma Saiz (PSN) cuando sentencia que no apoyará ni a Asiron ni a Ibarrola en Pamplona pero acto seguido se postula como alcaldesa queriendo “exportar” la fórmula del Gobierno foral. Sabe que necesita los 14 votos (mayoría absoluta en un Ayuntamiento de 27 concejales) para salir elegida y que sin EH Bildu no le salen las cuentas. En el Parlamento basta la abstención de EH Bildu para hacer presidenta a Chivite. En Pamplona, necesitan que Bildu les vote. Saiz quiere un gobierno de “progreso” con apoyo de Bildu pero sin Bildu. No le gusta EH Bildu pero insinúa que se dejaría querer si le votan. Quiere un gobierno de “diálogo y consenso” pero excluyendo a quien es la segunda fuerza.

Gobernar una ciudad plural pasa por conciliar incluso asumiendo que a la izquierda abertzale le queda camino que recorrer. Y aún reconociendo que en 2015-2019 se pudieron hacer las cosas mejor. Asiron ya ha cerrado la puerta a esta tercera vía, reclaman la alcaldía, y la historia va camino de repetirse en Iruña, con UPN al frente, sin mayoría, y nulas posibilidades de avance y desarrollo tras 4 años de parálisis. Conformar un gobierno participativo debería ser el objetivo principal, como si cada año ocupa el sillón una de las cuatro fuerzas. Lo fundamental es ponerse de acuerdo en lo que interesa a la ciudadanía, promover vivienda protegida en alquiler, potenciar servicios públicos, impulsar Caídos o Autobuses, proyectos de movilidad, fomentar la participación ciudadana o el apoyo a los colectivos y barrios, entre otras medidas. Sin vetos políticos.