Una muerte anunciada

Es habitual que, con elecciones como las que acabamos de pasar y las que ya asoman en el horizonte, el tablero político se sacuda y haya actores que, a fuerza de los (malos) resultados, se aparten. En Ciudadanos se suceden los acontecimientos: No concurrirán a las generales adelantadas y ahora su líder, Inés Arrimadas, se baja del barco: “Inés Arrimadas deja la política y rechaza ir en las listas del PP” (Voz Pópuli). Con su marcha, el partido naranja pierde al que sea, quizá, el único activo político que le quedaba. Otro párrafo en la crónica de la muerte anunciada de una formación oportunista que ha caído en la irrelevancia.

No ha tenido tiempo

Quedan 50 días para las elecciones, pero estaría bien que quien aspira a presidir un estado miembro de la Unión Europea no nos tomara por idiotas. Alberto Núñez Feijoo, metido de lleno en el fango de la precampaña, confesaba en ‘El programa de Ana Rosa’ su problema con el inglés. De esto también tiene la culpa Pedro Sánchez: “Justo tenía el profesor para empezar el lunes pasado y resulta que me convocan elecciones”. Tiempo ha tenido desde aquellas imágenes de Mariano Rajoy fuera de todos los corrillos de líderes europeos en cumbres internacionales, que muchos ciudadanos europeos recordamos con verdadero bochorno.

¿Quién enfrenta y divide?

La lengua es nuestra principal fuente de riqueza e identidad. Es un sano ejercicio interesarse por otras lenguas, más allá de la propia. Protegerlas con mimo. Hace sólo dos generaciones, nuestros aitites y amamas, aitas y amas, tenían prohibido hablar en euskera. Por eso, no hay que dudar en señalar a quienes quieren arrancarnos ese patrimonio. A Vox todo lo que no sea una España unida, grande y libre le molesta, de ahí que amenace con cerrar instituciones como la Acadèmia Valenciana de la Llengua o el Instituto Aragonés de la Lengua, “que enfrenta y dividen a los españoles”. Y estos son los que aspiran a entrar en decenas de gobiernos.

Lecciones de moral

Es imposible no echarse a temblar con la ‘performance’ de Hazte Oír frente a una de las clínicas que realizan abortos en Madrid. Unas 80 personas ‘rezando colectivamente’ (acosando) a las mujeres que acuden allí a interrumpir su embarazo. Como si no fuera una decisión con una carga psicológica y emocional como pocas, para encima tener que sufrir acoso y moralinas. Carmen Matas lo resume así en un valiente tweet: “Yo aborté en esa clínica en 2020. Entré temblando del miedo y salí denostada por la culpa. Es de lo más doloroso que he vivido. No me quiero imaginar haberme encontrado con esta panda de desgraciados.”

Cuidarse es importante

Por fortuna, los derechos se siguen consiguiendo, a pesar de algunos. Esta semana han entrado en vigor las nuevas bajas laborales incluidas en la reforma de la ley del aborto: por menstruación dolorosa, por interrupción del embarazo (voluntaria o involuntaria) y el permiso a partir de la semana 39 de gestación. No suelo compartir lo que dice pero, en esta ocasión, Irene Montero sí lo resume como lo que es: Se acabó ir a trabajar empastilladas, invisibilizar la regla o morir de dolor fingiendo que no pasa nada. Porque sí, esto pasa, aunque callemos. Y no, no significa que vaya a haber desbandada de mujeres del trabajo una vez al mes.