En este mundo global en el que todo acaba siendo parametrizado acaba de conocerse un estudio publicado en una revista científica de renombre que concluye que cada día se toman 92 millones de selfis en todo el mundo y que se destinan siete minutos de media al día a sacarse una autofoto. No es de extrañar teniendo en cuenta que los jóvenes dedican cuatro horas y media al día a deambular por las redes sociales y la inmortalización de las experiencias lo invade todo.

Las nuevas narrativas en internet están forzando este cambio de comportamientos en los que prima la frivolidad en cualquier momento y lugar. Precisamente la captura del momento se ha convertido en un objetivo en sí mismo, más que del disfrute del instante y de quienes nos acompañan. Lo importante es fardar, el presumir del yo estuve ahí más que gozar de la experiencia. Y eso pasa en una prueba deportiva, un concierto o de vacaciones.

El turismo del postureo y la apariencia está tomando los enclaves más espectaculares del planeta y son cada vez más los lugares en los que se está prohibiendo los selfis a quienes armados de móviles de última generación y palos soporte son muchas veces fiel exponente de un desmedido culto al ego que buscan una imagen epatante más que vivir una experiencia emocionante.