El seis de julio de este año tenemos Chupinazo por partida doble. A las doce de la mañana y a las doce de la noche. Uno dará inicio a la fiesta, el otro dejará que la política, con todo lo que hoy conlleva, se cuele en la agenda sanferminera. La campaña electoral arranca en San Fermín, porque así lo ha decidido Sánchez al fijar la cita el 23 de julio.

Navarra sale doblemente perjudicada, por lo que supone de retrasar la constitución del Gobierno foral hasta después de esa fecha y por lo que puede implicar para la ciudadanía y para los medios locales tener que atender discursos partidistas en un tiempo en el que el reloj y la vida aquí la marcan los Sanfermines, esa fiesta que se vive en las calles. Paradójicamente, durante muchos años uno de los gritos cada 6 de julio era Fiesta sí, política no, en la época en la que hubo que trabajar mucho, desde la sociedad y desde las instituciones, por la convivencia, la diversidad y el respeto entre diferentes. Sería una pena que todo lo que hemos avanzado desapareciera de golpe.

No se trata de hacer previsiones alarmistas sobre lo que puede pasar si los líderes de algunos partidos estatales se dejan caer por Pamplona en estas fiestas, pero lo deseable sería que nos dejen de lado, que no vengan si lo que buscan es la confrontación para saltarse la línea que divide la democracia de lo que no lo es. Esta vez, queramos o no, en Iruña por San Fermín, Fiesta sí, política también.