“Se ha notado estos días gran animación y bullicio; de Francia y de las Vascongadas se ven muchos automóviles y un gran contingente de navarros de toda la provincia. Las terrazas de los cafés, atestadas de público y las calles, intransitables”. No es una reseña de este fin de semana, sino nueve líneas extraídas de una gacetilla publicada el 10 de julio de 1923 por el periódico pamplonés La Tradición Navarra. Parece que no hubieran transcurrido cien años. La pequeña ciudad de poco más de 30.000 habitantes ya se descosía entonces por su parte antigua; Ernest Hemingway tomaba notas en esas fechas con las que después daría cuerpo a la novela Fiesta, que a su vez acabaría impulsando la llegada de gentes de todo el planeta, la internalización de los Sanfermines y la masificación. Terrazas atestadas y calles intransitables, una descripción que se ajusta a la actualidad y que obliga a preguntarse dónde está el límite, ese momento en el que ya no hay espacio para nadie más. Posiblemente, en el año 2123 se harán la misma pregunta.