Mientras en Landaben aún siguen soñando con la planta de ensamblaje de baterías que proporcione estabilidad, empleo y futuro a la factoría navarra el horizonte del coche eléctrico no está del todo despejado por más que Bruselas y los estados europeos descarguen una lluvia milmillonaria en ayudas a la reconversión de un sector obsoleto y demasiado contaminante.

Que el coche eléctrico es el futuro no lo pone en duda nadie pero que aún no se dan las condiciones técnicas y de mercado para su expansión también es una terca realidad. Es precisamente el precio (y la escasa red de estaciones de carga) el principal freno para muchos consumidores a la hora de dar el paso adelante. Mientras las multinacionales europeas del sector se enredan en cifras, exigencias a los Gobiernos y proyectos de investigación el consumidor sigue sin tener un coche eléctrico asequible para arrancar esta transición que no tiene marcha atrás. Pero, los más listos del barrio, los chinos, se están haciendo con el mercado ofreciendo tecnología, fiabilidad y equipamiento a un precio sin competencia. Y es que en estos tiempos de crisis el consumidor es muy mirado con el bolsillo. Están ya en las listas de superventas eléctricos y, al igual que con el comercio y la hostelería, llevan camino de hacerse con una parte importante del mercado mientras las empresas europeas siguen con el freno de mano echado.