Es cierto que muchas veces seguir la pista a las consignas que emanan del fondo de reptiles periodístico y empresarial de Madrid es fuente de alarma por lo que apuntan esos mensajes. Pero también es cierto que cuando las consignas descarrilan superadas por la voluntad democrática es divertido asistir a las nuevas consignas que sustituyen a las viejas. La orden es poner fin a la ultraderecha de Vox y encerrar a la jauría de nuevo en las jaulas.

Como ya hicieran antes con UPyD y Rosa Díez o Ciudadanos y Albert Rivera, toca poner el experimento en liquidación por fracaso. No creo que a Abascal le preocupe mucho más que la necesidad de asegurarse cualquier recolocación que le permita seguir viviendo sin pegar palo al agua. Que es de lo que le acusa ahora el ex vicepresidente de Vox que se suma al apaleamiento generalizado tras el abandono del barco de destacados dirigentes. Que esos mismos medios y sus periodistas de cabecera vendan a los desertores en la derrota como los liberales y patriotas de la jauría es la mejor metáfora del lodo porque el que arrastran una y otra vez el periodismo y la democracia en el Estado español. Los mismos que airearon y alimentaron en tertulias, entrevistas y programas con risas y palmaditas en la espalda a la ultraderecha son los que ahora la van a decapitarla sin remordimiento.

Eso sí, después de haberles entregado de la mano del PP cinco autonomías: Valencia, Baleares, Aragón, Extremadura y Castilla y León. Navarra sigue siendo una excepción que revalida por tercera Legislatura un Gobierno plural, progresista y transversal. Afortunadamente, lo contrario. Es lo que tiene el fondo de reptiles español de siempre, que es bien pagado y nunca pasa facturas porque de eso viven los poderes que lo subvencionan.

Vox forma parte, junto al PP, grandes empresas, jueces y medios de comunicación, de una operación de las estructuras del Estado paralelo de la España rentista, iletrada y reaccionaria para devaluar la democracia y vaciar la Constitución con el desmontaje de sus principios que salvaguardan derechos fundamentales. Se fueron aprobando un compendio de medidas legales que han minorizado los derechos civiles, laborales y políticos del Estado de Derecho y que en buena medida siguen vigentes porque el Gobierno de Sánchez ha sido en incapaz de revertirlos. Al igual que la utilización permanente del Tribunal Constitucional para ir reduciendo el modelo de vertebración territorial del Estado plurinacional a través de otra regresión uniformadora. También se asaltaron los altos tribunales de justicia para conectar los intereses del PP y de ese Estado oscuro y las actuaciones de determinadas salas judiciales.

La independencia y autonomía de las instituciones del poder judicial están más que en evidencia. Y se han asaltado también los grandes medios de comunicación públicos y privados. El 23-J descarriló esa estrategia golpista e involucionista para resituar a esos poderes oscuros al mando de Moncloa con Feijóo como títere. Pero la consecuencia no es rectificar esa incesante campaña de manipulación, desinformación, infundios e intoxicación contra la democracia, si no insistir quitándose de encima el instrumento de Vox que les ha costado muchos millones de inversión política y mediática y se ha saldado con un inmenso tropiezo y fracaso. Ellos siguen ahí.