El Ministro de Agricultura ha dicho que si llueve durante 4 semanas bajará el precio del aceite de oliva. A mi esto me recuerda a Panoramix el druida atado al árbol porque no se habían cumplido ninguna de sus predicciones y conjuros, mientras la aldea gala celebraba una cena. Planas, que así se llama, dice que bajará, pero ya el del año que viene, porque el de esta campaña ya sabemos que está a precio de bogavante. De hecho te empieza a salir más a cuenta aliñar la ensalada con jugo de bogavante que con aceite de oliva.

Planas, que es un positivo de estos, comenta que hay que restarle dramatismo a la subida, ya que la oliva siempre ha sido un cultivo de subidas y bajadas en función del clima y la mayor o menor producción y por tanto la menor o mayor oferta. A menos oferta e igual demanda o mayor, mayores precios. Esto que dice Planas lo puede decir un alumno de 6º de Primaria. Incluso de 5º. Porque dice también que no hay solución política a esto. Vamos, que tienes a un ministro de agricultura, a un político, que dice que su especialidad, hacer política, tomar decisiones políticas, no sirve para la función por la que cobra, por lo que perfectamente podrías tener un extintor o un paraguas plegable o un paisano sentado en el quicio de la puerta con la palma de la mano extendida hacia afuera: “María, caen gotas, va a bajar el aceite”.

Quien dice aceite dice cualquier alimento casi. Yo he visto manzanas protegidas por urnas de cristal como botellas de Chivas, puestas de lomo escoltadas por una brigada de Prosegur, cuñas de queso en las vitrinas de la Joyería Montiel. Pero si llueve todo esto se acabará. Dice el ministro, Planasmarix, que está en funciones, además. Es muy reconfortante en todo caso depender de tecnócratas como Planas. Si lo pensamos bien no se escuda en nada: si llueve, hay cosecha, si no llueve, no. Para ese viaje, nos falta la oliva y nos sobra él.