Hola personas, acalorados saludos se os envían. Esta semana he asistido a dos visitas guiadas que escuché con atención y que, como buenamente pueda, os voy a trasladar.

La primera de ellas tuvo lugar el lunes, día mundial de la arquitectura que, desde 1997, se celebra el 1er lunes de octubre. Con tan fausto motivo el Colegio de Arquitectos, COAVNA, abre su sede en la 7ª del antiguo edificio de la CAMP.

A las 12, entre otras actividades a lo largo del día, estaba programada una visita guiada que, empleando tan privilegiada atalaya y bajo el ingenioso título de “Pamplona a ras de cielo”, iba a dar, y dio, el arquitecto y amigo Luis Tena Núñez.

La charla comenzó en la esquina del ventanal que da al edificio del Baluarte, pero antes de nada Luis nos explicó los porqués que concurren en el pasado y presente de nuestra querida Pamplona.

Él, como arquitecto, da mucha importancia a algo que va mucho más allá de lo que son calles y plazas, entradas y salidas, murallas, infraestructuras y demás elementos que hacen ciudad.

Él, primero ve la geografía y dentro de la geografía da importancia a cuatro cosas que, yendo de lo más lejano a lo más cercano, serían, en primer lugar, los Pirineos, situados a 50 kilómetros en línea recta, frontera natural e inexpugnable, pero con un paso que da entrada a los romanos, y siglos después a otras corrientes europeas: Ibañeta; después los valles transversales que les siguen en el mapa, con medianas montañas que los separan y dificultan la interrelación, pero con cursos fluviales que, a lo largo de los siglos, acercan a sus gentes al centro del territorio; les sigue el Arga regando y enriqueciendo la cuenca; y concluye la meseta en la que se asienta la ciudad, en un alto seguro, llano, cómodo y bien defendido.

Hecho este preámbulo nos habló Luis de la estancia romana, de cómo su gran lógica estableció su Decumano y su Cardo, sus ejes Norte-Sur, Este-Oeste en Dormitalería y Curia calles primigenias de la ciudad. Señaló las pequeñas dimensiones del término municipal dándole el 2º puesto por la cola en el listado nacional solo superado por Cádiz. Nos habló de la regresión que Pamplona sufrió con la marcha de los romanos, de los siglos oscuros y del peligro de desaparición que corrió tras los ataques musulmanes, habló de la división medieval, reivindicó la existencia de un solo burgo, el de San Cernin, solo eran burgueses los que tenían privilegio de serlo por su Fuero de Jaca otorgado por Alfonso I el Batallador en 1129. San Nicolás era Población episcopal y Navarrería era la vieja Ciudad, pero a veces el lenguaje popular hace ley y hay que aceptarlo. Y ya luego dio un salto en el tiempo y vimos la Ciudadela, las murallas, sus derribos, los ensanches, los barrios y concluyó con una Pamplona-ficción que todos los presentes rechazamos, decía Luis que quizá en un futuro los grandes municipios que rodean Pamplona, Barañáin, Burlada, Berriozar, Egüés, etc. se tendrían que unir en un mismo ayuntamiento, en este caso el de Pamplona y quedar bajo la vara de un mismo alcalde. No lo verán tus ojos, dijimos todos los presentes sin ningún género de dudas.

El siguiente paseo estaba convocado por Ateneo Navarro, tuvo lugar el jueves y también fue guiado y comentado, si bien en este caso sí que paseamos por las calles de la vieja Iruña y vimos y conocimos rincones en ellas ubicados y vidas que en ellas transcurrieron o bien que con ellas algo tuvieron que ver. Nuestra guía fue la historiadora y escritora Ana Díez de Ure, persona de gran conocimiento y verbo fácil que en un pispás conecto con sus escuchantes. El título concreto del paseo era “Pamplona: ciudad de las mujeres” y es suficientemente explícito. La cita a las 10:30 en la Plaza de Santa María la Real, al pie de un monolito que se encuentra en el jardín próximo a la subida a la Ronda Barbazana.

Precisamente ese monolito fue el punto de partida de nuestro recorrido. De él nos explicó Ana que se trataba de una estela funeraria romana del S. III en la que encontramos los nombres de mujer más antiguos de la historia de Pamplona. La estela se compone de dos partes bien diferenciadas, una superior con unos motivos astrales, soles, lunas y estrellas y una pieza inferior donde hace referencia a los difuntos que bajo ella descansaban. El primer nombre de mujer, por orden de inscripción que leemos bien claro y sin lugar a dudas es el de Antonia, es decir que a ella la podríamos nombrar la madre de todas las pamplonicas, la Eva pamplonesa. Mas abajo tres letras nos dejan leer Str que algunos paleógrafos traducen por Stratia, y abajo del todo leemos los nombres de dos hermanas cuyos nombres son Festa y Rústica, soror, es decir hermanas, y seguido de las letras HE. D. S. , iniciales de HEredes De Suo que podemos traducir por sus herederas.

Seguimos nuestro recorrido y, sin salir de la Plaza del Arzobispado, Ana nos explicó que a nuestra izquierda se encontraba la sinagoga judía ya que esos terrenos estuvieron ocupados, in illo tempore, por la judería de Pamplona y nos explicó que en el mundo judío, como en el cristiano, la mujer era un cero a la izquierda y que si soltera se debía al padre, casada se debía al marido pero había un estado posterior que les procuraba autonomía en la vida y en los negocios, y que les permitía gestionar su patrimonio: la viudedad. Entre las judías había muchas artesanas, y muchas prestamistas, algunas muy ricas e importantes como Dueña Inchave una viuda de gran patrimonio.

Sin movernos del sitio pasamos de las judías a las cristianas y nos habló del caso del Rey de Pamplona Sancho Ramírez quien en 1082 se vio en la necesidad de elegir a un obispo que gobernase en el Reino y eligió a su hermana Sancha Ramírez, con un par, caso único en la historia. Ejerció el cargo durante un año, y no debió de hacerlo mal, según dice Goñi Gaztambide en su obra Historia de los Obispos de Pamplona (Pamplona, EUNSA, 1979), quien reconoce su presencia en el trono episcopal pamplonés, si bien da una de cal y una de arena ya que más adelante su paso por el cargo lo tilda como el mayor baldón que haya tenido el obispado del Reino. Por otro lado, es curioso que la Iglesia, en su página oficial del Arzobispado de Pamplona en su episcopologio ni la nombra. Fue abadesa de Santa Cruz de la Serós y allí se encuentra sepultada.

El espacio se me acaba, pero el interesante recorrido por la Pamplona con M de mujer no ha hecho más que empezar así que sacaré el letrero de “Continuará” y lo colgaré en la puerta para seguir contando la semana que viene. Yo que vosotros no me lo perdería. Paso lista.

Besos pa tos.