Hay un libro de Charlie Wegelius, exciclista finlandés en los comienzos de este siglo, titulado Gregario en el que narra con maestría la labor y las sensaciones de un ciclista profesional que al llegar a ese campo ve con claridad que su papel va a ser el de ayudar a otros y que, con mucha fortuna, algún día le podrá sonreír algún triunfo individual o puesto de relumbrón. Wegelius ni siquiera tuvo eso y se retiró con un palmarés a cero. El sábado corrió su última carrera el pamplonés Imanol Erviti, que deja Movistar tras 19 años en la élite, 29 grandes vueltas iniciadas, 27 finalizadas (2º en la Hª), dos victorias de etapa en la Vuelta, una general de la Vuelta a La Rioja y nada menos que 8 mundiales disputados.

Un percherón en el llano y muy correcto en la media montaña, que ha acompañado todos estos años a líderes de la talla de Valverde o Quintana y que además tuvo el honor de meterse una vez entre los 10 primeros de la París-Roubaix y Tour de Flandes, amén de hacer segundo en una etapa del Tour de Francia de 2021 en la que solo un Nils Politt con las piernas explosivas le apartó de la victoria.

Erviti ha sido la pieza central de la escuadra de Unzué y Chente y Arrieta en muchas grandes y el capitán en la ruta de un equipo que aunque tiene su patrocinador en Madrid sigue teniendo vínculos fuertes con Navarra tanto por plantilla como por el hecho de que la sociedad que gestiona todo tiene su sede fiscal aquí. Un corredor respetado y admirado tanto por compañeros como por rivales, que ha ejemplificado como nadie ese trabajo muchas veces oscuro del gregario para el llano, que tira los primeros kilómetros de las etapas cuando aún no hay televisión en directo o que se encarga de proteger con su cuerpo al líder en el pelotón. Sin ningún género de dudas, uno de los mejores deportistas navarros de lo que va de siglo, al que echaremos en falta en las carreteras.