¿Dónde está el resto del mundo? Lo preguntaba un ciudadano palestino en un refugio, quizás un hospital sin electricidad, un chamizo horrible con el aspecto horrendo que ofrecen los lugares que más que protección parecen sepultura, morgue. El resto del mundo está a poner la televisión –la guerra televisada es lo más tremendo y común de los últimos tiempos– y ver a esos artefactos voladores que sueltan racimos de bombas con todas las ocurrencias malas en sus barrigas que el ingenio perverso del ser humano, la industria que tras él lo fomenta, ha inventado para matar más y mejor. A todos.

“¿Dónde está el resto del mundo?” Dónde está ahora el resto del mundo, desde luego, pero también dónde está desde hace bastante tiempo cuando se fue cociendo este conflicto –hace 70 años que empezó esta forma de aplastamiento– que se ha permitido crecer y que ha soportado las interpretaciones interesadas en las que, para no remover mucho las entrañas, se ha reducido a una cuestión de buenos y malos. De gente con razón o sin ella, pero en absoluto razonable.

Quedan para los analistas y sabios sus argumentos indiscutibles y también aplastantes, las consideraciones largas y profundas del origen de la escabechina, de la responsabilidad del dolor –la ONU afirma que los asentamientos israelíes en territorio palestino no tienen validez legal y “constituyen una flagrante violación del derecho internacional”–.

A los que nos encontramos de repente frente a estas imágenes con sangre y horror, la reaparición de los cadáveres en una población indefensa nos lleva a cualquier consideración menos a sostener que hay muertos buenos y otros malos, que los niños zarandeados por rescatadores deseperados con sus cuerpecitos bailando sin vida entre brazos enloquecidos son culpables de algo. Nadie lo discute. Y así estamos, intentando hacer la digestión a distancia de la salvajada. Algunos no entendemos nada, casi. Pero, ¿hacia dónde miraba el resto del mundo cuando comenzó a funcionar la máquina contra la población palestina de Gaza? –el 80% vive en situación de pobreza–. Solo abundan las preguntas y faltan respuestas convincentes. Al cierre de esta edición, en la franja de Gaza se habían contabilizado 1.417 fallecidos, incluidos 447 niños, 248 mujeres y diez trabajadores sanitarios.