De hacer caso al comunicado, la manifestación de Donostia pedía, entre otras cosas, un alto el fuego que preserve la vida de todos los civiles, el reconocimiento del derecho de israelíes y palestinos a vivir en paz y una solución negociada. Como suele suceder, muchos asistentes no lo leyeron, y otros que lo leyeron se enfadaron con la blandenguería. Ni ez noa, ni banoa.

Por fortuna nunca hay problema con la oferta, pues mañana en Bilbao otra manifestación exigirá, también entre otras cosas, la destrucción de Israel, la construcción de una Palestina desde el Jordán hasta el Mediterráneo y el reconocimiento de un derecho diferente, el derecho a la resistencia en todas sus formas y expresiones, repito, en todas sus formas y expresiones. Supongo que no falto a la verdad textual ni moral si constato que esa mención explícita incluye el secuestro o asesinato de Iván Illarramendi –y algunos horrores más–. Si recordar al paisano es pecar de oportunismo, quisiera conocer la razón para olvidarlo.

Sobre los israelíes parece estar ya todo dicho, así que hablaré sobre los palestinos. ¿Con franqueza alguien piensa en frío que todas las formas y expresiones de resistencia ayudan a la causa, que no deben tener ningún límite y que el mejor apoyo externo es aplaudirlas acríticamente? ¿En serio alguien augura aquí que siete millones de judíos van a disolverse, abandonar lo que para la mayoría es ya su tierra natal o vegetar bajo un gobierno islamista? Ese mismo futuro llevan prometiendo en vano sus aliados árabes a los palestinos desde hace un siglo, aunque en la práctica allí ya nadie se lo crea. Quién mejor que nosotros para coger el testigo.