Está siendo noticia estos días la hermosa pedrea que en forma de nóminas les está cayendo a diversos cuerpos de funcionarios de Navarra, en concreto a más de 1.000 forales –más de 20.000 euros de golpe– y a unos 850 sanitarios, con unos 12.000 euros. No entraré a valorar si estos pagos son justos o no puesto que leo que el de los forales data de una legislación de 2019 y estaba contemplado en lo firmado y tres cuartos de lo mismo en el caso de los sanitarios. No soy de los que creen que cuanto mejor les vaya a otros peor para mí, más bien al contrario. Pero de lo que no cabe ninguna duda es de la torpeza del Gobierno de Navarra a la hora de gestionar ambas situaciones, cuando la inmensa mayoría de la sociedad laboral –somos unos 310.000 navarros y navarras trabajando– de esta comunidad lleva años de penurias, salarios congelados cuando no reducidos, convenios estancados y un sinfín de situaciones que hacen que, efectivamente, comparados con los funcionarios los asalariados o los autónomos –que somos los últimos monos– estemos en otra dimensión. Es una sociedad de dos velocidades, ante la que, por supuesto, también hay que felicitar a los sindicatos públicos, que hacen valer su fuerza, que es para lo que están. Pero, sinceramente, se te queda cara de tonto. Si la subida pactada con los forales por el desarrollo del nuevo reglamento se hace efectiva mes a mes desde 2019 no te viene ahora esta especie de insulto general de 20.000 y pico euros de golpe, cuando tú estás desayunando y te acaban de llamar para decirte que como la inflación está en el 7% te subirán este año el 0,5%, tras tres años de sueldo congelado. Hay que tener un poco de empatía, cojones, y calibrar bien que esos 23 millones que va a costar el asunto, o los más de 10 que va a suponer el pago a los sanitarios, vienen también del bolsillo del que no vivirá algo así en su vida. Mucho pedir, me parece.