Va para diez años desde que la figura de Risto Mejide apareció en la televisión para anunciar que un nuevo rostro asomaba con aire revolucionario, innnovador, un tanto siniestro, perilla en ristre, amenazadora mirada e inseparables gafas, paseando impenetrable faz por los platós . Un Risto capaz de encarar programas de diferente ritmo, contenido e importancia, ya que lo mismo presentaba un magazine que se atreve como jurado en Got Talent.

La última aportación a las parrillas de Mediaset ha sido la reaparición/recuperación de un programa de entrevistas, testimonios, dígase como se quiera, sentados en un lujoso sillón Chester, donde periodista e invitado desgranan la vida por capítulos en la intimidad de la noche. Esta recuperación, mitad producción novedosa mitad producto de archivo, arrancó con la figura de Edmundo Arrocet, que volvió a pasear su esplendoroso bigote en un reto cómodo y a continuación el estremecedor espacio dedicado al presentador televisivo Javier Martín que abrió su corazón a las entrañas de una mente agitada y sus dolorosas consecuencias.

Risto con trazo firme y Martín con valentía esforzada, hicieron que el programa fluyera con interés , verdad, y confesiones desgarradoras de un muñeco azotado por la enfermedad mental. Nuevo reto para un profesional en una cadena necesitada de triunfos. Tras veinte años de existencia televisiva, Cuéntame cómo pasó se despide y la familia Alcántara escribe la última crónica de un producto que será revisado por los historiadores de la época; friso de los avatares de una familia plagada de vivencias y existencias que todos recordaremos en la memoria del tiempo pasado, que vivimos con acierto o disgusto. Jirones de nuestra vida pasada.