Salvando todas las diferencias, que son muchas, Pedro Sánchez tiene algo de Assane Diop (el protagonista de la serie Lupin), esa capacidad para vencer adversidades y hacer que todo acabe encajando por muy imposible que parezca en algunos momentos. Es como si lo que hace estuviera inspirado en un Arsène Lupin de la política, que le va marcando un guión que siempre sorprende, como el mago con su chistera.

Ahora se enfrenta a la que será su tercera legislatura y el reto de entrada no parece fácil. Pedro Sánchez ha llegado a la presidencia con dos de los elementos esenciales en democracia, el diálogo y el acuerdo. Esperemos que lo haya hecho por convicción, no solo por necesidad. Porque se trata de negociar y hablar con todos, primando aquello que se comparte frente a las diferencias, siendo conscientes de que su gobierno es una suma de muchos no el logro de unos pocos. Eso que suena tan excepcional, debería ser la clave de los gobiernos de coalición como el suyo.

Sánchez ha hecho de la defensa de la nueva ley de amnistía el eje de su investidura y sobre ella ha girado todo lo demás. Y ha hablado de que el momento político exigía levantar “un muro frente a la extrema derecha”. Peligrosa idea esta de levantar muros en política. Siempre son más útiles los puentes. Los muros quizás te salven, pero no te dejan ver que hay al otro lado, mientras que los puentes te mantienen lejos sin perder de vista que el de enfrente puede avanzar. Y creo que para frenar a la extrema derecha va a ser necesario que no se rompa ningún puente de los que ahora unen a las fuerzas progresistas. La investidura ya esta lograda, ahora le queda el reto de gobernar, acordando y dialogando.