Las informaciones que apuntan a un inminente acuerdo entre Israel y Hamás mediante el que se produciría una pausa en los bombardeos del Ejército hebreo en Gaza que permita la liberación de algunos de los 240 rehenes que aún mantiene secuestrados el grupo islamista y, al mismo tiempo, facilite la distribución de ayuda humanitaria en la Franja es el hito más esperanzador desde que estalló la guerra, en un momento especialmente grave desde el punto de vista humanitario. La confirmación realizada por el Gobierno de EEUU, que actúa como facilitador con la mediación de Catar, de que se está “más cerca” que nunca de alcanzar este acuerdo confiere suma importancia a esta eventualidad, máxime cuando el asesor adjunto de Seguridad Nacional norteamericano indicó que incluiría “un periodo prolongado de una pausa de varios días en los combates”.

Se trata de un avance mínimo pero de importancia vital en estos 44 días de guerra, tanto por lo que supone de alivio para la angustiosa situación de los rehenes y sus familias –y también para el Gobierno israelí– como para la ciudadanía de Gaza, sometida a una brutal y vengativa agresión militar desproporcionada y a una opresión igual de intolerable, ilegal e inhumana. Los últimos días han vuelto a mostrar la cara más cruel de la represalia israelí que certifica las continuas y acreditadas acusaciones de crímenes de guerra. En solo 24 horas, las fuerzas israelíes han bombardeado tres escuelas del norte de Gaza que servían de refugio a miles de desplazados palestinos, causando decenas de víctimas –al menos, 176–, según Naciones Unidas.

Asimismo, todos los hospitales de Ciudad de Gaza están fuera de servicio, después de que Israel obligara a la evacuación forzosa del personal médico y de los pacientes. Un colapso hospitalario provocado por los intensos bombardeos que han sufrido todas las instalaciones y la falta total de energía, combustible, agua potable, alimentos y medicamentos, provocando centenares de muertos –muchos de ellos, niños– y dejando a la población sin atención médica. De ahí que la anunciada pausa de los bombardeos sea una prioridad absoluta y necesaria para mitigar siquiera tanto sufrimiento. Pero debe ser el primer paso hacia un alto el fuego total y a unas negociaciones para encaminar el conflicto hacia una solución real.