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Javier Encinas

Esparza tiene un problema

Esparza tiene un problemaPatxi Cascante

Esparza tiene un problema. Y es consciente de ello. Pero no sabe cómo resolverlo. Se llama irrelevancia política y no es nuevo. Su origen reside en el engendro de Gobierno que perpetraron entre Barcina y Jiménez en 2011. Un despropósito que saltó por los aires 11 meses después, lo que permitió al propio Esparza pisar la moqueta del Palacio foral y ocupar asiento en aquel Ejecutivo en minoría que agonizó atrincherado mientras la oposición le marcaba el paso. De aquello han pasado ya 11 años y medio. Demasiado tiempo para quien aprovechó aquella crisis interna para hacerse con los mandos de UPN, pero que no ha sido capaz de reubicar en el poder al partido que había llevado las riendas de la Comunidad durante casi dos décadas. Y no será porque no lo ha intentado. Pero lo ha hecho sin un rumbo claro. En 2015 lo hizo en solitario. En 2019 uniendo a todas las derechas bajo el paraguas de Navarra Suma. Una coalición que defendió como si fuera la quintaesencia de la política foral, pero que él mismo se encargó de dinamitar. Y este año con un tercer asalto en solitario que tampoco le ha valido. No se cumplió su vaticinio que auguraba, justo hace ahora un año, que los acuerdos del PSN con las formaciones que le permiten gobernar “tenían los días contados”.

Hoy Esparza sigue al frente de un alicaído UPN, con el que da bandazos más propios de las peonzas que de un gestor político. Así, lo mismo cierra filas con PP y Vox que al día siguiente propone un giro al centro en búsqueda del entendimiento con PSN y Geroa Bai. Pero el futuro del regionalismo no pasa por ahí. Desde su fundación, UPN ha sido un partido de derechas al que le ha votado, como no podía ser de otra forma, el electorado de derechas. Ese es principalmente su espacio. Otra cosa es que sepa defenderlo para que no le coma la tostada el PP. A UPN todavía no se le ha pasado el susto de las pasadas elecciones generales, en las que quedó relegado al cuarto puesto por detrás de PSN, EH Bildu y PP. Un palo que le ha generado muchas dudas y que trata de resolver mirando fuera cuando tiene el problema es su casa. Y para solucionarlo, debe empezar por enterrar su absurdo antivasquismo y desenroscarse la boina. Pero después de 40 años apretándola, va a necesitar algo más que una buena llave inglesa para aflojarla y acercarse al mundo real.