Le hicimos una fiesta sorpresa a un amigo que cumplió 60 años, como si hubiese algo que celebrar, nos dijo, a lo que, como es de la cuadrilla de toda la vida –de siempre, con más años juntos que con nadie más–, le mandamos al carajo, le tiramos de las orejas, le dimos bien de palmadas en la espalda y de collejas y le mandamos callar. “Hay que celebrar la vida”, le espetamos, dejándole claro –esto no lo quiso no oír– que lo de la conmemoración de su cifra redonda fue una excusa para reunirnos, hacer recuento de ilusiones y ganas de vivir –también de personal–. Un motivo más para juntarse y sentir el calor del grupo y seguir.

Miguel Rellán, icónico actor de voz profunda, naturalidad y gesto fácil, asignado a la comedia cuando es un monstruo para el drama, decía el otro día que a sus 80 años se mira en el espejo y que esto es una broma, que ha sido un parpadeo y hasta aquí llegamos ya.

A mi amigo, además de pagar, lo que le fastidia es que lo suyo ha sido parpadear, demasiado. Cerrar y abrir los ojos tantas veces para meterse años encima a cada guiño con obligaciones que no venían al caso y sentirse ahora aplastado cuando se redondean los años en el horizonte y nota que algo le llega. Por eso, no estuvo muy animado en la fiesta no sorpresa –porque formamos un grupo charlatán y no hay modo de guardar un secreto– y al final, camino de casa, “muy pronto para lo que hemos sido” decía uno, nos anunció que va a cambiar de vida, que está haciendo planes, que mira el futuro con otro talante –anda cruzando datos para cuadrar una jubilación decente–. Tampoco le hicimos mucho caso porque, uña y carne, sueños y amaneceres que somos, sabemos que estas conversaciones dan en sentimentalismos y es un poco rollo.

“Voy a apuntarme a yoga, a cuidar cuerpo y mente, hacer ejercicio”... Ejercicios de memoria es lo que te hace falta. También piensa en la UNED porque cuando era joven le dio por la filosofía y lo dejó tras un par de ratos. Se ha quedado en la filosofía barata. “Me estudiaría una carrera”, dos mejor, pero se llaman grados. “Quizás escribir relatos, de terror”. Te da terror que te hagan abuelo.

Al final se nos hizo tarde. “Calla, que te toca pagar”, se oyó. Es un buen tipo, se le convence fácil.