Ane lleva años compartiendo mesa de trabajo en un despacho de arquitectura con Sara. Ambas son exigentes, meticulosas, perfeccionistas. Pero a partir de esa última ese, el resto son caminos que conducen a otros lugares. Ane tensa el arco y después de disparar las flechas se va con sus amigos a tomar unos vinos. Haz todo lo que puedas y sepas hacer. Sal y cierra la puerta. Sara se lleva el arco a casa para seguir tallando flechas. No separa. No sabe. No quiere, porque tallar flechas en casa también rellena huecos. Se victimiza, todo le ocurre a ella.

Sara comienza a ejercer violencias sutiles sobre Ane, las que genera la envidia cuando el envidioso es el jefe. Pequeñas humillaciones. Minusvalorar sus aciertos. Atribuírselos. Obviar, en cambio, los fallos propios. Democratizarlos. Ane no pone nombre a esas señales iniciales. Las rebaja. Son otras las personas que se lo hacen ver. Hasta que le estalle dentro la bomba de todo lo contenido no se dará cuenta de que las alertas previas eran consistentes. Hay una serie de mails de la unidad de ciberinteligencia 8200 del ejército de Israel. En ellos se advierte de que Hamás está preparándose para asaltar los puestos militares y los kibutz en la frontera con Gaza para infligir un número importante de bajas. Al parecer, esos mails concretan los puntos clave para el ataque y avisan de que altos cargos de Hamás asisten a los entrenamientos para asegurarse el cumplimiento de objetivos. La matanza de 1.200 israelíes el pasado 7 de octubre.

El inicio de la masacre al pueblo palestino que hoy continúa. Esos mails escritos hace medio año se han filtrado esta semana. Los ha hecho públicos el Canal 12 de Israel y después, numerosos medios internacionales. El gobierno israelí conocía su contenido. Un militar de su servicio de inteligencia les advirtió en verano de que Hamás estaba preparando algo grande en la línea de Gaza. Pero valoraron que esa posibilidad era “un escenario imaginario”. Hasta el día anterior al atentado consideraron que los movimientos detectados por sus observadores en la frontera eran “indicios débiles”.