Salvo contadas excepciones, que las hay, la famosa frase de “estos son mis principios si no le gustan puedo tener otros” es una situación que, ya sea en grandes o pequeñas cosas de nuestra vida, todos hemos practicado. Hay gente por ahí circulando con una pureza de espíritu y acción elogiable, pero la gran mayoría o se jactan de lo mismo pero nanay o directamente nunca se han visto en un momento en el que tener que negar lo que creen que piensan para dar un paso equis.

Por eso tampoco es cuestión de ponerse muy estupendos con el giro dado por los colegios del Opus en Navarra, Irabia-Izaga y Miravalles-El Redín, que van a renunciar a su tan cacareado y hasta hace nada irrenunciable método educativo de separar a niñas de niños –y las clases de niñas dadas solo por mujeres y las de niños solo por hombres, que no sabemos qué tiene que ver con el ritmo madurativo diferente de niños y niñas que aducen–. Lo hacen porque con la LOMLOE y los diversos fallos judiciales se les acababa el concierto educativo –la pasta– con el Gobierno de Navarra y han preferido, tanto la dirección como muchas familias, poner la mano y mirar para otro lado. Ya digo: todos somos humanos.

Así las cosas, ahora lo que cabe no es sino alegrarse de que por fin miles y miles de niños y niñas se van a educar en compañía y no van a salir dentro de unos años mirando a las personas del sexo opuesto como unas perfectas desconocidas, ya que todos sabemos que no es lo mismo convivir con hermanas que hacerlo con compañeras. En aras de un resultadismo educativo sobrevalorado se les hurtaba un trayecto vital de años y años que desde ahora va a tener que ser la base sobre la que edifiquen lo que todos los demás colegios llevan trabajando décadas. Confiemos en que sepan adaptarse a la nueva situación y la saquen adelante con la misma vehemencia con la que han defendido un modelo carpetovetónico y anacrónico.