Enero es un mes especial. Desde él te asomas al año entero, con la curiosidad siempre sana de lo que está por llegar, aunque también con la incertidumbre de lo que pueda traer consigo. Arrancar el año te permite cerrar puertas. Dejar atrás lo que no conviene, afrontar nuevos futuros, retos o proyectos, sin descuidar lo ya iniciado o lo que sí o sí hay que afrontar en la vida. Arrancar el año es como un eterno comenzar de nuevo, el momento de proyectar y comprometernos con nosotras mismas, con todos aquellos propósitos que realmente creemos que estaría bien llevar a cabo para sentirnos mejor. Ahora podemos soñar con que sí seremos capaces. Al menos de todo aquello que está en nuestras manos, lo pequeño, lo medible, lo sencillo, lo posible, lo alcanzable. Enero suele ser un mes con más subidas que bajadas. Por eso creo que hay que afrontarlo como se afrontan las cimas. Sabiendo que hay que subir despacio para conseguir llegar arriba; subir como un viejo para llegar como un joven que dicen en la montaña. Seleccionando bien qué meter en la mochila para sortear lo previsible y hacer frente a lo que no se puede prever. Comenzamos el año con la sensación de que hay mucho por hacer pero estaría bien no dejarnos vencer por la cuesta de enero, cada vez más pronunciada, y guardar fuerzas para el resto del año, que a ratos se hace largo y a ratos pasa volando. Pienso en una frase escuchada al director de cine Wim Wenders, que hoy estrena en cines su último y premiado trabajo Perfect Days, como la canción de Lou Reed. “Estoy intentando ser feliz con muy poco, pero aún no lo he logrado”, asegura el cineasta. Me sumo a su intento. A ser feliz con poco, sabiendo que la medida pueda cambiar según cada persona. Simplificar, reducir, conformarnos con menos, alegrarnos más, sentirnos mejor cuando realmente estamos bien, dejar de acumular, pensar más en ser y estar y menos en tener. Hay muchas personas en todo el mundo que siguen esta corriente o al menos lo intentan, a veces con contradicciones, inevitables en una sociedad marcada por el consumo. Perseguir la meta de ser felices cada día dentro de nuestra vida cotidiana. Como el protagonista del filme de Win Wenders, un hombre solitario que se gana la vida limpiando los baños públicos de Tokio y que viviendo con poco logra tener una vida plena. Verla es un buen propósito para comenzar un año en el que el cine será uno de los refugios seguros cuando las cuestas se pongan muy hacia arriba. Porque la vida está llena de días perfectos si nos marcamos una perfección alcanzable, quizás hoy mismo pueda serlo.